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Lo simplemente "Próximo"



Lo ordinario es lo próximo, lo de todos los días, la red estrecha de lazos y tareas que configuran nuestra vida. Lo cercano, por demasiado conocido, se presta a no ser valorado y, por su carácter repetitivo, puede ocultar incluso el amor latente. Pero, por lo mismo, suele ser el test de la calidad del amor.

El que ama a fondo no curiosea, buscando "efectos especiales". Los tiene cada día con la presencia del otro que le acompaña las veinticuatro horas. Sabe que la rutina puede ser la amenaza del amor, pero no la principal. Esta sigue estando en el propio corazón: cuando uno se niega a aceptar los vaivenes de la relación, pues no somos perfectos y es necesario seguir caminando juntos.

Necesitamos ser admirados, y como el otro nos conoce demasiado, a veces tenemos la tentación de buscar alguien que nos idealice y nos diga lo que queremos oír: que somos distintos.

Nos ocurre, también, con las tareas. Dada la rutina del trabajo, ¡a ver si, cambiando de ocupación, la vida pasa del gris a colores brillantes!

Muchas veces lo próximo no tiene el brillo que alague nuestra vanidad ni nuestra ambición; pero tiene el don del amor concreto; que enraíza en lo real.

Amar el amor tal como uno se lo imagina desde el deseo ideal, o las grandes causas (igualdad, promoción de los desfavorecidos....), ayuda, sin duda, a despertar a la vida, al absoluto; pero aferrarse a ello año tras año condena a la esterilidad. Con los años, las grandes causas (individuales o colectivas) han de enraizarse en lo concreto: estas personas, esta tarea, estas mediaciones, estos condicionamientos....

Creo fielmente en que Solo el amor tiene el secreto de considerar y vivir lo real como más rico que el ideal imaginario. Pero ello exige dar primado al amor sobre la causa Ejemplo: los padres que aman a sus hijos tal como son, aunque no cumplan las expectativas que se hicieron cuando eran niños; la esposa que ha ido viendo cómo ella maduraba humana y espiritualmente y él se acomodaba al "hueco" de lo seguro, y así experimenta la fuerza vinculante del amor más allá de la realización de sus proyectos.

No, no se trata de sustituir los compromisos de carácter social por compromisos de carácter privado. Se trata de dar concretez a la misión que se nos ha encomendado, sea anónima o pública. Y la concretez es lo próximo, rostros de todos los días y oraganización práctica de medios y fines. Pero lo próximo fácilmente da la impresión de impermeable. Porque nunca nos parece que hay proporción entre lo deseado y lo logrado; más, entre entrega y eficacia.

Solo el amor no se extraña de la esterelidad de su esfuerzo y valora una eficacia distinta, no medible, no controlable.

Muchas veces el mediocre o no supo descubrirlo a tiempo o confundió el amor con sus fantasías, y cuando se sintió frustrado, se retiró al rincon de su resentimiento.

La persona mediana, nada entre dos aguas: aferrado todavía a sus necesidades de éxito, se deja enseñar por la realidad y va haciedno del amor algo ordinario, renovado cada día, con esfuerzo y humildad. Y como no es el momento del amor pleno, el mediano no busca dar concretez a su amor mediante actitudes y acciones sencillas en su contexto normal de vida con un tono vital más bien sobrio. Su proceso así se lo impone: la fase de la meseta exige la paciencia del amor.

Será el esfuerzo repetido de olvidarse de sí mismo y estar atento al otro. Será la aceptación humilde de constatar siete veces al día que no logramos superar nuestro egoísmo.

Será intentar poner de nuevo un poco de imaginación para ayudar a los demás, cuando uno no es suficientemente valorado a los ojos de los demás con lo que hace. Y será dar por supuesto que los demás no van a seguirnos en nuestras aspiraciones. Y terminar el día con la sensación de cansancio, pero firmes en la esperanza.

En nuestras realidades próximas, siempre hay alguna que especialmente nos cuesta amar. Es "una tontería", decimos, algo insignificante; pero nos humilla. ¿Cómo es posible que choquemos cada día y mil veces al día con esa barrera? La manía, o lo que a nosotros nos parece tal, de la persona a la que más queremos, y que nos pone nerviosos.

Así es nuestra finitud, así funciona nuestro corazón, incluso con la mejor buena voluntad y después de muchos años de empeño. Amamos lo próximo mas de lo que nosotros mismos creemos. Lo solemos notar cuando algo amenaza nuestros lazos afectivos: la muerte de un ser próximo o algun conflicto grave. Entonces surge desde lo profundo la fuerza del amor que nos vincula. ¡Qué dolor de separación! ¡Qué ansiedad ante la mera hipótesis de perdida!

Por ello no estaría mal recordar, vivenciar y agradecer nuestra realidad ordinaria. ¡Cada rostro con su nombre, cada proyecto de vida, cada día de lucha y esperanza!

Lo próximo es lo más valioso que tenemos de nuestra vida, por que ahí es donde vivimos la realidad del amor y la presencia del corazón bueno, sincero y sencillo.

Mauricio Iraheta Olivo.

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