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Sobre política I



Miro la propaganda electoral en la TV y la escucho en la radio. Y me pregunto: ¿en qué galaxia habito? Quedo preguntándome si el desfile enfermizo de candidatos difiere mucho de la presentación de los gladiadores preparados para disputar el derecho a la vida en el Coliseo de Roma.

Hay tantas burradas, tantas promesas inconsistentes, tantas ofensas a la lengua patria, que llego a preferir un paseo por el zoológico, donde se puede apreciar, de jaula en jaula, la variedad de animales sin la incomodidad de escuchar tanta tontería.

Claro que incontables aparatos de TV y de radio desconectados en el horario electoral significan un mensaje obvio: ¡reforma política ya! Como no sucederá inmediatamente, todo indica que, de nuevo, a partir del 2013 veremos nuestra representación política -en las Asambleas Legislativas y Alcaldias- integrada por figuras respetables, competentes, éticas, hombro a hombro con el bestiario: políticos elegidos no por lo que representan como promotores del bien común sino por su fama en los medios, en la farándula y en el jolgorio general.

¡Pobre El Salvador! ¿De quién es la culpa? ¿Del elector? No estoy de acuerdo. La culpa es de los partidos que aceptan filiaciones irresponsables, funcionan como lemas de alquiler, abren sus puertas a los recaudadores de votos, meros candidatos para robustecer la bancada partidaria en el Poder Legislativo. No importa si el elegido no habla más que con los suyos. Lo que importa es recoger votos en cantidad.

Eso revela algo muy grave: los partidos representan cada vez menos a una parte o segmento de la sociedad. Se representan a sí mismos. Se han convertido en clubes políticos destinados a beneficiar a sus socios. Viven separados de la base social, se precian de no tener ideología, sólo intereses, y en todo lo que hacen buscan, en primer lugar, reforzar su propio poder y apellido. Y funcionan sobre la base de acción entre amigos, pues quien resulta elegido trata de nombrar a quien no fue elegido para un cargo público bien remunerado.

El Salvador necesita urgentemente una reforma de su sistema político. No basta con cambiar las reglas del juego. Se hace necesario modificar la actual cultura política, fundada sobre el compadreo y el nepotismo (¿cómo puede un ministro incorporar familiares a la máquina de gobierno?), sobre el tráfico de influencias, sobre el uso de los recursos del Estado para beneficio propio.

¿Quién se hace representar en nuestro poder legislativo? La élite, el agronegocio, los lobbies de armas, drogas y de bebidas alcohólicas, de la devastación de nuestros recursos naturales y de la apertura irresponsable del país al capital extranjero. Ésta es la minoría de la población, poderosa, pero minoría.

¿Quién representa a los pobres y sin techo? ¿Quién representa a los que padecen la falta de salud y de educación? ¿Quién representa a los pueblos indígenas, a las personas con necesidades especiales, a los jóvenes, a los ancianos? ¿Quién representa a los movimientos populares?

Introducir una nueva cultura política es crear mecanismos de control civil del poder público, de modo que se pueda frenar la corrupción, castigar a los que actúan a contrapelo de las leyes y combatir todo eso que, en la estructura socioeconómica salvadoreña, favorece y fortalece diferentes formas de desigualdad.

La revocabilidad de los mandatos, sobre todo en los casos de corrupción comprobada, debiera figurar como principio pétreo en nuestro sistema político. ¿Por qué permitir que una misma persona pueda presentarse indefinidamente como candidato (diputados y alcaldes) perpetuándose en la política? Nadie debiera tener derecho a más de dos mandatos sucesivos en la misma función.

Para avanzar rumbo a una democracia participativa El Salvador necesita reformular su sistema de comunicación, de manera que se posibilite el acceso de los sectores populares a la libre expresión; promover plebiscitos y consultas populares; adoptar el financiamiento público de campañas electorales; crear mecanismos de control social de las políticas económicas y del presupuesto.

¿Cómo hablaremos de democracia si en plena campaña apenas algunos tienen derecho a participar en los debates de la TV? ¿Y los demás? Fueron legal y legítimamente presentados por sus partidos. No importa que sean partidos enanos. El elector tiene derecho a conocer las propuestas de todos los que son oficialmente candidatos a funciones ejecutivas.

Es hora de no sólo oír lo que tienen que proponer los candidatos sino de que los movimientos sociales y sus congéneres les presenten a ellos sus propuestas y sugerencias.

La autoridad es el pueblo, del que los políticos son meros servidores.

Mauricio Iraheta Olivo.

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