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Compromiso ciudadano


En El Salvador, la ciudadanía rima con democracia. Si no se acuerda del nombre del político a quien votó en las últimas elecciones, y mucho menos lo que hizo (o deshizo), ¿cómo va participar en las decisiones nacionales? Por eso nuestra democracia sigue siendo meramente representativa. Se le da un buen em- pleo a un político. 

Ser ciudadano es entrar en un nudo de relaciones. Desencadenar un proceso socioeconómico con efectos en la calidad de vida de la población. Es sencillo: cuando se pide una factura se evita la economía subte-rránea y aumenta la recaudación fiscal que, al final de cuentas, permite al gobierno invertir en equipamiento y servicios esenciales para una vida mejor: carreteras, hospitales, escuelas,… Cuando se le niega la propina a un agente se contribuye a moralizar el aparato policial.

Ciudadanía rima con conciencia de responsabilidad cívica. Es como la parábola del niño que, en la playa, devolvía al mar uno tras otro los pececitos que la marea había arrojado a la arena. Alguien le dijo: «¿Qué adelantas con eso? No vas a poder salvarlos a todos». A lo que el niño respondió: «Ya lo sé. Pero éste ­y le mostró un pececito que bailaba en su mano­ estará a salvo». Y lo devolvió al agua.

Nada más anticiudadano que esa lógica de que no vale la pena llover sobre mojado. Sí vale. Experimente el recurrir a la defensa del consumidor, escribir a los periódicos y a las autoridades, dar ejemplo de conciencia de ciudadanía. Los políticos corruptos quieren que les demos un cheque en blanco para continuar tratando la cosa pública como negocio privado. Y eso hacemos siempre que arrugamos el hocico ante la política con cara enojada.

Ciudadanía rima también con solidaridad. Cada uno en lo suyo y Dios con nadie es lo que propone la filosofía neoliberal. Sin conciencia de que todos somos resultados de la lotería bio-lógica. Ninguno de nosotros escogió la familia y la clase social en que nació. Es injusto que de cada diez salvadoreños seis hayan nacido entre la miseria y la pobreza. Haber sido sorteado ¿no implica una deuda social?

Una golondrina no hace verano. Como dice la canción: el sueño de uno es sueño, el de muchos auténtica realidad. Si prefiere «dejarlo todo como está para ver cómo queda», no se asuste cuando le pongan una pistola en la cara o le exijan que trabaje más por menos salario. Al fin, usted obtendrá lo mismo que todos cuantos no se dan cuenta de que ciudadanía y democracia son siempre una conquista colectiva que depende del valeroso empeño de cada uno de nosotros.

Muchos se quejan de que El Salvador va mal, que el gobierno es incompetente, que los políticos son oportunistas; pero ¿qué hago yo para mejorar las cosas? Nada más ridículo que la persona que se queda sentada, erigiéndose en juez de todo y de todos. Es, al menos, un mediocre.

El dilema es educar para la ciudadanía o dejarse «educar» por el consumismo, que rima con egoísmo.

Mauricio Iraheta Olivo.

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