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America Latina huellas de un martirio económico


Niña indigena Quiché en el portal de la ciudad de Chichicastenango, Guatemala. Foto:Mauricio Iraheta Olivo

Algunos se preguntarán ¿Qué relación puede tener la economía con las victimas mártires latinoamericanas? ¿Ha podido la economía a través de sus distintos modelos económicos implementados en la historia haber engendrado martirio en nuestras sociedades latinoamericanas? Sin duda alguna la cum-iunctura económica que se vive y que se ha vivido en nuestros pueblos latinoamericanos ha dado muestra que si se ha generado esa violencia, desaparición, discriminación, tortura y asesinato a muchas personas hoy mártires Latinoamericanos. Los modelos económicos y en especial hoy el imperante capitalista han defendido su “racionalidad económica” con argumentos teóricos y econométricos traduciéndolo así en determinadas “economías normativas”, llamando a tranquilizar a los ciudadanos con más y más represión, que debe poner en práctica el Estado policial permanente, y aplastar las demandas y reivindicaciones más sentidas de la clase trabajadora latina, para seguir avanzando en la aplicación del inhumano sistema económico neoliberal.

El capitalismo distribucioncita siempre tuvo corta vida, dado que el capitalismo no es un sistema de distribución sino de concentración. Adam Smith no lo quería así, detestaba a los monopolios, pero el centro ético sobre el que edificó la teoría del capital -el egoísmo- llevó, inexorablemente, a hacer del capitalismo lo que fue siendo y lo que hoy, más que nunca, es: un sistema de concentración de riquezas en las manos visibles del capital financiero. Actualmente el modelo neoliberal es el capitalismo y el capitalismo es el modelo neoliberal, ya no hay keynesianismo, ni New Deal, ni Plan Marshall. Lo que hay es un sistema que no garantiza la existencia del hombre sobre la Tierra y que va en camino de no garantizar la Tierra, pues la está destruyendo.

Este capitalismo neoliberal en América Latina, ha llamado y se ha ido presentado como un generador e irradiador de una riqueza que jamás antes existió, pero oculta el lado tortuoso de engendrar víctimas y mártires en nuestras naciones, multiplicando en su camino la acumulación y concentración de la riqueza. Paradójicamente, se va cumpliendo, pero con abultada crueldad, el diagnóstico de Marx. En donde cualquiera que sea la superestructura cultural de una sociedad, hay que contar en primer lugar con la estructura económica que la sustenta, es decir, el proletariado y en nuestra realidad latinoamericana se traduciría en los pobres y excluidos.

¿Qué es ser mártir? ¿Cómo son y han sido los mártires Latinoamericanos en nuestra historia? ¿Qué fue lo que los llevo al martirio? ¿Cómo nace y muere un mártir? Mártires del griego martyr significa ser testigo de aquel “mayor amor” que pide Jesús a sus seguidores. Y sin duda alguna, actualmente en nuestra madre América reflejan y son los poemas más tristes y hermosos que se pueden sacar de la historia Latinoamericana, llenan un mosaico de colores y corazones, que reflejan un mismo rostro desde los focos de movilización indígena, donde existen los del color de la tierra del EZLN en la sierra lacandona de Chiapas, los de la hermosa morenidad en el Ixcan en Guatemala, los de pómulos anchos del movimiento indígena pachacuti en El Alto y Chapare de Bolivia, los de raza fina que vivía al sol en Cuzco, los de corazón fresco y brillante del Chimborazo y otras sierras del Ecuador, los de la tierra del gaucho que vienen a caballo tendido por la pampa de planicie impotente y melancólica, coronada al Norte por la pampa moriche y frondosa higuera del Brasil de los Sin Tierra y la calzada al Sur por los montes tétricos de la Patagonia, hasta la tierra de mapuches o gente de la tierra en Santiago de Chile.

Sin duda cada uno de los mártires de estas movilizaciones, estuvo hecho de odio y de amor, algunos vivían aislados y sencillos, algunos sin vestidos y con necesidades, como pueblos acabados de nacer de una raza artística, inteligente y limpia. Otros eran de más edad y vivían en aldeas, champas, comunidades y favelas de caña, lamina o adobe. Hombres provenientes de la milpa y de los cielos del quetzal y el cóndor, los que en su seno sólo se encuentra la absoluta virtud, de corazones equitativo y francos que aman sin miedo, esos que aunque no tengan mantel para su mesa jamás niegan su bolsa a la caridad, ni su sangre a la libertad. Y que más que una categoría económica; constituyen y reflejan una grandeza antropológica.

Definitivamente Latinoamérica es historia de hombres que lucharon y murieron por una sociedad que no estuviera dividida por mayorías y minorías. De mujeres mártires que fueron utilizadas y obligadas con su cuerpo a ser mulas del narcotráfico y tráfico sexual en nuestras fronteras, mujeres que en su camino hacia la migración fueron violadas y asesinadas, niños soldados y múltiples Katyas Miranda a quienes robaron su inocencia y vida, siendo cada uno de ellos recordados como mártires de la historia Latinoamericana.

Los orígenes de la rebeldía de victimas mártires en lo urbano y rural crece y crece en América Latina, porque son los que no han estado dispuestos a seguir aceptando “soluciones parche”, a sus problemas de trabajo, educación, salud e integración. Teniendo una profunda conciencia de que han sido producto de la profunda fractura social que ha generado el sistema económico capitalista neoliberal, también conocido como de mayor libertad de comercio y mercado, en los países de nuestra América Latina. Este hacer y qué hacer del mercado neoliberal ha dañado de manera importante nuestras estructuras económicas, sociales y culturales fundamentales. Ha incidido en el menoscabo de nuestra identidad cultural y con ello ha afectado nuestra existencia como pueblo.

Lo nuevo en Latinoamérica en estos años es que la preocupación por la exclusión y el martirio de grupos indígenas, peones, campesinos, religiosos, negros, desempleados e intelectuales, ha hecho que surja un protagonismo político. Prueba de ello es que un indígena dirige Bolivia, un ex guerrillero Nicaragua, un ex preso político Uruguay, un sociólogo de izquierda Ecuador, un militar revolucionario Venezuela. Sin dejar también de lado a las eternas luchadoras comandantes guerrilleras, las madres de la plaza de mayo, las dirigentes indígenas, sindicales y políticas.

Y es desde acá donde no se olvida, y donde no hay muerte, en donde llevamos y viven nuestros mártires latinoamericanos, como luz y como hostia; y ni el interés corruptor, ni ciertas modas nuevas de fanatismo, podrán arrancárnoslos. Y así como ellos lo hicieron, mostremos nosotros también nuestra alma a estos mensajeros ilustres que vinieron de nuestros pueblos, para que sientan que nuestra admiración es orgullosa y justa, sin miopía y fragilidades. Porque es a través de ellos que hemos aprendido que la muerte nunca tiene la última palabra, sino la vida, conservación, resurrección y perpetuidad. Porque aquellos que se fundamentan en el siempre vivo ideal de la libertad y justicia, siempre vivirán, porque su voz jamás podrá ser asesinada. Las voces que las proclaman pueden ser acalladas y enmudecidas por la violencia y la muerte. Pero otras voces se alzarán para recordar la verdad y la meta futura del hombre. Acá donde vigilamos por los ausentes, donde no hay palabra que se asemeje más a la luz del amanecer, ni consuelo que entre con más dicha por nuestro corazón, que esta palabra inefable, ardiente y sagrada de ser ¡Mártir de América!

Mauricio Iraheta Olivo.

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