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Una Amistad Eterna




Todas las cosas valiosas requieren tiempo. Un embarazo, una calabaza, una mariposa, el amor, la amistad. En estos días me puse a recordar a mis amistades más preciosas.Y es que, algunas veces encuentras en la vida una amistad especial: ese alguien que al entrar en tu vida la cambia por completo. Ese alguien que te hace reír sin cesar; que te hace creer que en el mundo existen realmente cosas buenas. Que te convence de que hay una puerta lisa para que tú la abras. Esa es para mí una amistad eterna. 

Que cuando estas triste y el mundo parece oscuro y vacío, esa amistad eterna levanta tu ánimo y hace que ese mundo oscuro y vacío de repente parezca brillante y pleno. Tu amistad eterna te ayuda en los momento difíciles, tristes, y de gran confusión. Si te alejas, tu amistad eterna te sigue. Si pierdes el camino, tu amistad eterna te guía y te alegra. Te lleva de la mano y te dice que todo va a salir bien. Tu amistad eterna se caracteriza porque ves el brillo en sus ojos, la sonrisa espontánea y la alegría que siente al verte. Y tu también sientes paz y alegría cuando la ves y cuando hablas, sea en la alegría o sea en la serenidad.

Una amistad eterna es aquella que sabe quién eres, que sabe por dónde has andado, que sabe a dónde has venido a parar y, a pesar de todo, te invita a ser mejor. 

Si tu encuentras tal amistad te sientes feliz y lleno de gozo porque no tienes nada de qué preocuparte. Algunas llegan como la marea que alcanza nuestros pies en la playa. Otras quizás ya partieron hacia un sueño mayor, y toda palabra queda corta para expresar el vacío enorme que nos dejan. No nos queda más que simplemente abrir el corazón rotundamente, igual que una granada. Para que se lo lleve grano a grano, a su transviviencia eternal. Porque esa es una amistad para toda la vida, ya que una amistad eterna no tiene fin.

Estas palabras van con especial cariño a tres amigos que han fallecido este año: 
Francisco Cornejo, Ronald Cardoza y Arnulfo Padilla. ¡Mis amistades eternas!


El Portero.


Dia de la niña




Hoy 11 de octubre se celebra el día internacional de la niña. Un día para recordar la importancia del papel de la niña en la actualidad. Reconocer sus derechos y los problemas extraordinarios que enfrentan en todo el mundo. 

Soy padre de una adorable niña de 17 meses. Y estoy seguro que así como yo hay muchos que se preocupan por brindarle a nuestras una vida segura, educada y sana, no sólo durante los años críticos de su crecimiento y formación, sino también a medida que ellas maduran.

En este camino corto de paternidad, trato de evitar buscar “la receta fácil de aplicar”, en primer lugar porque no creo en aquellos que insinúan que educar es fácil, en segundo término porque no existe ninguna receta estándar para toda la variedad de circunstancias de la vida de cada una de nuestras hijas. Cada familia es un mundo, cada niña es un mundo. Los arboles, por ejemplo, empiezan como brotes pequeños, de los cuales salen ramas pequeñas, luego delicadas hojas. Crecen según el ritmo de su propia naturaleza. Quizás algunos tiendan a sobreproteger, podándole como un bonsái para evitar su crecimiento…., en vez de dejarle crecer a su ritmo, educándoles con el asombro, dándole lo que necesita y protegiéndole de lo que no le conviene. 

“Los niños deben ser muy indulgentes con las personas grandes”, decía el Principito….ellos tienen sus ritmos: biológicos -del sueño, de comer-, intelectuales -para aprender, para entender-, afectivos -necesitan abrazos, quieren ser escuchados, mirados con compasión, con cariño-. Sus ritmos no son los nuestros, desde luego. Ellos viven en el presente con una intensidad impresionante. No viven para cumplir obligaciones, no piensan en términos de horarios o de listas de cosas por tachar. No añoran el pasado, no entienden el concepto de ahorro de tiempo y no vivien en la “ojalatería”. Disfrutan del momento presente. De hecho, Heráclito decía que “el tiempo es un juego al que juegan maravillosamente los niños”. 

Soy un padre creyente de que si se les apoya y acompaña con sensibilidad durante los años de su niñez y adolescencia, nuestras niñas tendrán el potencial para cambiar el mundo, tanto como las niñas que son hoy, como las trabajadoras, madres, empresarias, tutoras, jefas de familia y líderes políticos que serán mañana.

Como ya mencione mi niña tiene actualmente 17 meses. El mismo numero de meses en los cuales comencé a escribirle su diario personal de recuerdos y acontecimientos que espero entregarle una vez adulta. Este día en que se celebra el día de la niña he redactado y agregado 82 consejos a sus paginas. Los que espero pueda aplicar en su vida como mujer. Se los comparto:


1. Pon tu atención en ti misma, sé consciente a cada momento de lo que piensas, sientes, deseas y haces.

2. Siempre termina lo que empezaste.

3. Haz lo que estés haciendo de la mejor forma posible.

4. No te encadenes a nada ni a nadie que a la larga pueda destruirte.

5. Desarrolla tu generosidad sin testigos.

6. Trata a toda persona como un familiar cercano.

7. Ordena lo que desordenaste.

8. Lleva una diario de tus días.

9. Aprende a recibir y agradece cada regalo.

10. Para de autodefinirte.

11. No mientas, no robes, porque si lo haces, estarás mintiéndote y robándote a ti misma.

12. Ayuda a tu vecino sin hacerle sentir que depende de ti.

13. No desees ser imitada.

14. Haz planes y llévalos a cabo.

15. No utilices demasiado espacio.

16. No hagas ruidos o gestos innecesarios.

17. Si no tienes fe, actúa como si la tuvieras.

18. No te dejes impresionar por personalidades fuertes.

19. No te apropies de nada, ni de nadie.

20. Distribuye igualitariamente.

21. No seduzcas.

22. Solo debes dormir y comer lo necesario.

23. No hables sobre tus problemas personales.

24. No juzgues o critiques cuando no conozcas todos los hechos.

25. No tengas amistades inútiles.

26. No sigas modas.

27. No te vendas.

28. Respeta los contratos que has firmado.

29. Sé puntual.

30. No envidies las propiedades o bienes de otros.

31. Habla solo cuando sea necesario.

32. No pienses en los beneficios que traerá tu trabajo.

33. Nunca amenaces.

34. Cumple tus promesas.

35. En una discusión, ponte en el lugar del otro.

36. Acepta cuando alguien es mejor que tú.

37. No elimines, transforma.

38. Vence a tus miedos; cada uno de ellos es un deseo disfrazado.

39. Ayuda a otros a que se ayuden a sí mismos.

40. No reacciones cuando alguien habla bien o mal de ti.

41. Convierte tu orgullo en dignidad.

42. Convierte tu enojo en creatividad.

43. Transforma tu codicia en respeto por la belleza.

44. Transforma tu envidia en admiración de los valores de otros.

45. Transforma tu odio en caridad.

46. No te alabes o te insultes a ti misma.

47. Trata las cosas que no te pertenecen como si fueran tuyas.

48. No te quejes.

49. Desarrolla tu imaginación.

50. No des órdenes a los demás solo por el placer de ser obedecida.

51. No alardees sobre tu trabajo o tus ideas.

52. No trates de generar en otros emociones como la lástima, la admiración, la simpatía o la complicidad.

53. No trates de distinguirte de los demás por tu apariencia.

54. Nunca contradigas, solo guarda silencio.

55. No contraigas deudas, compra y paga inmediatamente.

56. Si ofendes a alguien, pide perdón.

57. Si ofendes a alguien en público, pide perdón en público.

58. Si te das cuenta de que has dicho algo malo, acepta tu error y desiste inmediatamente.

59. No defiendas tus viejas ideas simplemente porque fuiste tú quien las dijo.

60. No acumules objetos inútiles.

61. No te adornes con las ideas de otros.

62. No te saques fotografías con celebridades.

63. Sé tu propia juez.

64. No dejes que tus posesiones te definan.

65. Nunca hables sobre ti sin concederte la posibilidad de cambiar.

66. Acepta que nada te pertenece.

67. Cuando alguien pregunte tu opinión sobre algo o alguien, menciona solo sus cualidades.

68. Cuando enfermes o sufras por un desamor, en vez de odiar a ese mal, considéralo tu maestro.

69. No mires discretamente, mira fijamente.

70. No olvides a los muertos, pero dales un lugar limitado para evitar que se apoderen de tu vida.

71. Destina siempre un espacio para lo sagrado en el lugar que habites.

72. Cuando hagas un favor, no hagas que los otros noten tu esfuerzo.

73. Si decides trabajar para otros, hazlo con gusto.

74. Viaja, lee y haz ejercicio.

75. Si dudas entre hacer o no hacer nada, toma riesgos y haz.

76. No intentes ser todo para tu pareja, acepta que debe buscar en otros eso que tú no puedes darle.

77. Vive con el dinero que hayas ganado.

78. No alardees sobre tus amoríos.

79. No sientas orgullo por tus debilidades.

80. Nunca visites a alguien solo para llenar tu tiempo.

81. Obtén con el propósito de compartir.

82. Si estás meditando y un demonio aparece, haz que el demonio medite.

Infancia

Con mi hermano jugando a la pelota en Atitlán.

Este Día de la Niñez, es una oportunidad para salir al encuentro de aquel niño que todavía pervive en nosotros. Como buen carpintero, vayamos cepillando, devastando, rebajando, lento y suavemente la madera de la que estamos hechos. Donde cada viruta curvada que se desprende será una palabra, un suceso, un sentimiento. Esos son nuestros relatos, nuestras vivencias, nuestro serrín de emociones que debemos coger cuidadosamente con nuestras manos. Y es que, en nuestro camino de vida experimentamos una curiosa paradoja: cuanto más avanzamos en edad, más regresamos a los tiempos de la infancia. Y parece que la vida nos invita a unir las dos puntas y comenzar a hacer una síntesis.

Es cierto que nuestra niñez no pertenece a este tiempo de desenfrenos. No es que el mundo fuera mejor. No lo era, ni siquiera para los niños en el campo o barrios pobres. Donde algunos conocieron la senda del trabajo precoz, de la mendicidad, de la explotación sexual, de los caminos del crimen. Otros desgastaban su infancia a causa de la guerra que se vivía en los años 70’s, 80’s y 90’s. Sin embargo, siempre se encontraban algunos escapes poéticos; como los de Claudia Lars; pastora de palabras bellas que nos regalo las memorias de su Tierra de Infancia. 

Si hay algo que nos revelo esta escritora es que los lugares de la infancia marcan nuestra psique porque los llevamos dentro: cada árbol, cada mascota, cada curva del camino, cada cuesta o pendiente. Sabemos que la mente infantil exagera en las proporciones. Lo que considerábamos una subida penosa y difícil, no pasa de ser una sencilla cuesta o bajada. Los campos inmensos para el camping eran tan sólo pequeños jardines. El chapuzón y buceo que emprendíamos en aquella alberca no pasaba de ser una diminuta pileta del patio trasero. 

Estoy seguro que tanto ustedes como yo portan una infancia poética llena de magia encantadora con origen y finitud como toda experiencia de vida. En mi infancia por ejemplo fui un niño ni rico ni pobre; feliz. Tez color nuez y pies morenitos. Soy fruto de corazones que emprendían caminos de Izalco a Petén. 

Crecí en una colonia de San Salvador, casa de mis abuelos y tíos maternos. Allí comenzó mi dichoso viaje. En él gateé, balbuceé, me erguí, caminé, hablé. Una casa que tenía un paisaje y también un tacto. Los apagones no eran tan frecuentes como lo fueron años más tarde con la ofensiva de la guerra, pero de vez en cuando la colonia entera se sumía en las tinieblas. Mis abuelos usaban sus lámparas de kerosen, pero a mí me gustaba andar a tientas, solo guíado por mis manos o en todo caso por mis pies descalzos. Tocar la casa, palpar sus paredes, sus puertas, sus ventanas, contar los ladrillos del piso, abrir sus armarios, todo eso era mi forma de poseerla y descubrirla. 

Tenía asimismo un olor peculiar. Y no me refiero al de la cocina, que variaba con los guisos y recetas en los que mi abuela era experta. No, el olor a que me refiero era el de la casa en sí; el que exhalaban por ejemplo la madera de los armarios, los libros en la biblioteca, el del cloro en la piscina, o la humedad de una de las paredes, o el que venía del rosal de mi abuela, el guayabo, el naranjo y el mangar cuando dejaba la ventana abierta. Todos esos olores formaban un olor promedio, que era la fragancia general de la vivienda. Cuando llegaba de regreso y abría la puerta, la casa siempre me recibía con su olor propio, y para mí aquello era como recuperar la patria.

La infancia es sin lugar a dudas el primer lugar donde nos sentimos parte del paisaje, ahí están nuestras raíces, el lugar donde empezamos a alimentar sueños, a contemplar las estrellas en el calor de las noches de verano y a situarnos en el mundo. Días en que panza arriba nos situábamos con amigos en el techo a compas de churros, mango tierno con sal y gaseosa en bolsa. Donde podíamos pasar horas, horas y horas pensando ni en lo que podría ser mañana, ni de lo que venía o no venía. Porque simplemente disfrutábamos el momento presente. Estábamos libre de ansiedades e inmune al consumismo. A excepción de los sorbetes del carretón o la pupuseria de la esquina. Días soleados en que simplemente se era feliz con una pelota de plástico y dos piedras como portería.

El Portero.

La escuela de mis sueños.


Charlotte muestra los planos de la nueva escuela a niños del Centro Escolar San Sebastian Abajo.


Eduardo Galeano decía que “Las utopías nos sirven para alcanzar un horizonte que siempre se desplaza, lo que nos permite seguir caminando”. 

Personalmente conservo algunas utopías, y una de ellas es la escuela de mis sueños en mi país. Es aquella en que los alumnos lejos de las herramientas tecnológicas aprenden a cocinar, a coser, a reparar electrodomésticos, a hacer pequeñas reparaciones de electricidad y fontanería, a conocer la mecánica de coches y frigoríficos, y un poco de construcción civil. Trabajan en huertos, talleres de carpintería y escultura, dibujo, pintura y música. Cantan en el coro y tocan en la orquesta.

Una semana al año se suman al trabajo de barrenderos, enfermeras, vigilantes, policías, reporteros, comerciantes del mercado y cocineros profesionales de la ciudad. Así, aprenden cómo se articula la ciudad desde abajo, buceando en sus conexiones subterráneas que, en la superficie, aseguran la limpieza urbana, la atención sanitaria, la seguridad, la información y la alimentación.

Sabemos que todo niño es mimetista. Algo parecido a lo que decía la María Teresa de Calcuta: “No te preocupes por que tus hijos no te escuchan, te observan todo el día”. Si los padres dicen que toda persona merece respeto y al mismo tiempo tratan a la doméstica como esclava, con seguridad que el hijo hará lo mismo cuando sea adulto. Y lo mismo en lo tocante a la preservación o degradación ambiental.

En la escuela de sueños no hay temas tabú. Todas las situaciones limitantes de la vida se tratan con apertura y profundidad: el dolor, la pérdida, el fracaso, el nacimiento, la muerte, la enfermedad, la sexualidad y la espiritualidad. Allí los alumnos aprenden el texto dentro del contexto: las matemáticas buscan ejemplos con los precios de fruta y verduras en el mercado; el español, en el discurso de los presentadores de televisión y en los textos de los periódicos; la geografía, en los suplementos de turismo y en los conflictos internacionales; la física, en las carreras de Fórmula 1 y en las investigaciones del súper telescopio Hubble; la química, en la calidad de los cosméticos y en la cocina; la historia, en la violencia que nos han dejado las guerras, para mostrar los antecedentes en la relación colonizadores-indígenas, Ejército-Guerrilla etc.

En esta escuela de mis sueños, la interdisciplinariedad permite que los profesores de biología y educación física se complementen; la multidisciplinariedad permite estudiar la historia de los libros a partir del análisis de los textos sagrados; la transdisciplinariedad introduce clases de meditación, silencio y danza, y asocia la historia del arte con la historia de las ideologías y las expresiones litúrgicas.

Sabemos que todos los niños son generosos, pero no siempre tienen quien les enseñe a compartir lo que acumulan en los armarios, en la despensa y en el corazón. Por ello, si la escuela es laica, la enseñanza religiosa es plural: el rabino habla del judaísmo; el sacerdote del catolicismo; el médium del espiritismo; el pastor del protestantismo; el gurú del budismo, etc. Si es católico, promueve los retiros espirituales y adapta el plan de estudios al calendario litúrgico de la Iglesia.

En la escuela de mis sueños, los profesores están obligados a realizar cursos periódicos de formación, y sólo son admitidos si, además de la competencia, comparten los principios fundamentales de la propuesta pedagógica y didáctica. Porque es una escuela con ideología, una visión del mundo y un perfil definido de lo que es la democracia y la ciudadanía. Esta escuela no forma consumidores, sino ciudadanos.

No se pelea con la televisión, sino que la lleva al aula: se proyectan vídeos de anuncios y programas que luego se analizan críticamente. Se habla de la publicidad del yogur, se compra el producto, se analiza su química y se compara con la fórmula declarada por el fabricante, se denuncian las incompatibilidades y los factores que pueden ser perjudiciales para la salud. La tertulia de los domingos es desentrañada: la visión de la felicidad; la relación entre Gobierno y sociedad; los tabúes y prejuicios reforzados, etc. En definitiva, no se cierran los ojos a la realidad, sino que se cambia la forma de mirarla.

Hay una integración entre la escuela, la familia y la sociedad. La Política, con P mayúscula, es una asignatura obligatoria. Las elecciones al consejo de estudiantes o al directorio de estudiantes se toman en serio y un mes al año los sectores no vitales de la institución son gestionados por los propios estudiantes. Los políticos y candidatos son invitados a los debates y sus discursos se analizan y se comparan con sus prácticas.

No hay pruebas basadas en el prodigio de la memoria o la suerte de la elección múltiple. No hay ninguna coincidencia entre el calendario gregoriano y el plan de estudios. Juan puede completar el quinto grado en seis meses o en seis años, según su disponibilidad, aptitud y recursos.

En esta escuela es más importante educar que instruir; formar personas en lugar de profesionales; enseñar para formar seres humanos con actitud ética, felices, dignos, dotados de conciencia crítica, para mejorar la sociedad y el mundo en que vivimos. 

En la escuela de mis sueños, los profesores están bien pagados y no tienen que ir de una escuela a otra para mantenerse. Porque es la escuela de una sociedad donde la educación no es un privilegio, sino un derecho universal y el acceso a ella un deber.

Como adultos sabemos que cambió el mundo, cambió la Navidad, y cambió también la infancia. Por ello, no debemos cesar en abrazar sueños y utopías, especialmente a lo que concierne a la educación de nuestros niños, porque cultivar semillas para una escuela de sueños, es querer también rescatar los sueños de la criatura que fuimos algún día.

El Portero.

 

 

El Salvador, ciertos desencantos

Niños en San Antonio Masahuat. Foto: Mauricio Iraheta


No albergo la más mínima nostalgia por gobiernos anteriores. Años de diatribas gubernamentales, de mentiras oficiales, de renuncia a la soberanía nacional. Sin embargo, tengo muchas preguntas. ¿Cómo explicar la inercia de un pueblo cuyos derechos son vilipendiados cada día? ¿Dónde y cuándo nos han robado la voz y el turno? ¿Por qué nuestra indignación no se traduce en una protesta colectiva?

Hipócrates diría que los salvadoreños se dividen hoy entre coléricos y melancólicos. Las redes digitales propagan todo tipo de odio y prejuicios. Mientras en las esferas de la Asamblea Legislativa, sus inquilinos frente al espejo se miran e hinchan el pecho aliviados, sienten el dulce beso de Narciso -no tanto por hermoso sino por poderoso- y se olvidan de reconocer que, en el fondo del espejo, hay una multitud de personas, sus electores, a quienes deben la victoria electoral y a quienes están obligados a no decepcionar.

En El Salvador la corrupción se crea como el Nescafé: instantáneo, y no a plazos, como ya nos muestra los nuevos vehículos todo terreno asignado y aprobados por los diputados y mismos propietarios. ¿Cacofonía política o nuevo estreñimiento de corrupción?

En nuestro país, la idea que se tiene comúnmente es que el dinero público no es de nadie. Es de quien primero mete la mano. Y en el caso de los políticos a ésta se le añade la inmunidad. Como bien ya bien nos a enseñado la anatomía política, la parte más sensible del cuerpo humano de un político es la bolsa. Así que ¡Viva la robadera!

Max Weber definió la modernidad como "desencanto del mundo". ¿Y nosotros, desencantados con El Salvador? Es difícil dejar atrás el pesimismo por días mejores. El panorama que se ve desde el puente no inspira confianza para adentrarnos en el futuro, y hay señales de retroceso ("¡Intervención militar ya!"). 

Freud define la melancolía como un duelo patológico derivado de la pérdida de un objeto que, en última instancia, es el yo. ¿Ha perdido la patria salvadoreña su identidad? ¿Dónde está? ¿En nuestros mercados incendiados? ¿En el maletero de una bota militar? ¿En el crecimiento del PIB? ¿En las predicciones del Bitcoin? ¿En la ceguera de la Justicia ante la corrupción?

El factor de la identidad es esencial para la autoestima. Tanto para una persona como para una nación. En el ámbito personal, muchos la buscan en la religión, en el éxito profesional, en el apego a la posición que ocupan. En el ámbito social, en la confianza de que el gobierno se compromete a reducir la desigualdad social, a mejorar la economía y a incluir a los que están en la miseria y la pobreza. Las tradiciones espirituales muestran que hay dos aspectos que se entrelazan en la vida de quienes son ejemplos de una fuerte autoestima: dar un sentido altruista a la existencia y perseguir un proyecto colectivo de justicia y paz. Son personas que han abandonado su zona de confort y han dado su vida para que otros tengan vida. Son una multitud. La mayoría son anónimos. Y son pocos los conocidos: Arnulfo Romero, Gandhi, Luther King, Mandela, Teresa de Calcuta, etc.

La felicidad de un pueblo proviene de su autoestima como nación, de su proyecto histórico, de su propuesta civilizadora. Recuperar la autoestima, presupone responder a esta pregunta: ¿qué proyecto de El Salvador queremos para las generaciones futuras?

El Portero.

Las Personas-Medicina



Cuan importante es mantenerse y frecuentar a diario a «personas-medicina», aquellas optimistas, tonificantes, divertidas, ocurrentes, sensatas y con ganas de vivir…. No hace falta hacer referencia de ninguna investigación estadounidense para afirmar con rotundidad que pasar al menos una o dos horas con un buen amigo, compañero de trabajo o familiar afectuoso, cordial, acogedor y que irradie energía positiva por todos los poros de su ser es completamente saludable. Su simple presencia todo lo transforma y optimiza, nos contagia su fuerza interior, su positivismo y su salud psíquica.

Estas “personas-medicina” polarizan toda la bondad, las energías y las buenas vibraciones de su entorno y hasta de alguna manera nos “curan” de las dolencias psíquicas, como levantar el ánimo, sentir más ganas de vivir y superar depresiones de carácter leve.

En el polo opuesto se encuentran las “personas-enfermedad”, son todas aquellas estresadas, malhumoradas, pesimistas, quejistas, de funestos presagios, las que se enfadan por todo, resentidas, vengativas….. si no los evitas, no tardarás en sentirte enfermo, de mal humor y enfadado por todo sin motivos.

Nuestra sociedad está lleno de personas que se dejan pasar y que se van marchitando en su día a día, porque siempre están a la espera de algún acontecimiento verdaderamente extraordinario para reír o sentirse felices, y así se les va el tiempo, hasta que les llega la muerte sin apenas haber reído o disfrutado de las pequeñas cosas.

El verdadero arte está en que también nosotros nos convirtamos en personas-medicina. Pueda que tengamos pocas cualidades o aptitudes, tan sólo las suficientes para vivir e “ir tirando”, pocos amigos, y hasta poca salud, pero si tenemos alegría, si sabemos de aquello que nos entristece y de aquello que nos tonifica el corazón, entonces tendremos un efecto inmediato en nuestra fuerza interior que nos permitirá encarar los problemas cotidianos con serenidad, dignidad y sin excesiva agitación. La cual se transformará en una atmósfera benéfica que irradiará y transmitirá paz para quienes nos rodean. 

Comparto este pensamiento para que nos lleve a considerar el bien que nos reportará convertirnos en “persona-medicina”, y con nuestra actitud poder contagiar a quienes de vez en cuando necesiten de esa sonrisa o palabra amorosa que le ayude a sanar y a sobrellevar los troncos ásperos de su día. Pero no olvidemos que para nuestras horas bajas, debemos procurar buscar el mejor euforizante y antidepresivo en compañía de otras personas muy positivas, alegres y cordiales, que nos ayuden a cortar la cadena de pensamientos y sentimientos negativos que a veces nos asfixian, para así volver a sentirnos alegres, libres de temores y llenos de confianza en nosotros mismos.

Dice el Eclesiastés que el amigo fiel es una defensa poderosa y un tesoro, y yo añado, que, si además es muy positivo, alegre y optimista, entonces es como la amorosa orquídea brotada, como por milagro, para convertirse en el mejor médico de nuestra alma.


 El Portero.

El Salvador: 200 años de independencia

 


Comienzo con esta frase de Felipito, porque es a lo que actualmente nos enfrentamos jóvenes y adultos en nuestra sociedad salvadoreña. El premio Nobel de literatura, el portugués José Saramago hizo de la ceguera un tema para críticas severas a la sociedad actual, asentada sobre una visión reduccionista de la realidad. Mostrándonos que hay muchos videntes presumidos que son ciegos y unos pocos ciegos que son videntes. 

 

Hoy celebramos 200 años del grito de la independencia en nuestro país. Y la historia nos permite debatir si el grito surgió del sueño de una patria independiente o de la ambición de un imperio tropical.

 

Actualmente, se difunde pomposamente que vivimos en la sociedad del conocimiento, una especie de nueva era de las luces. Efectivamente así es. Conocemos cada vez más sobre cada vez menos. El mundo de la tecnología y los contenidos digitales han colonizado todas las áreas del saber. El saber reunido en un año es mayor que todo el saber acumulado en los últimos 200. Si por una parte esto trae innegables beneficios, por otra, nos hace ignorantes de infinidad de dimensiones, colocándonos escamas sobre los ojos e impidiéndonos así ver la totalidad. 

 

Celebramos 200 años de independencia. El grito de los salvadoreños: José Matias Delgado, Manuel José Arce y los hermanos Aguilar, fue el de la polémica independencia, como casi todos los hechos históricos. Liberó a la nación del Imperio, pero no del emperador. Y es que, a lo largo de estos últimos años, la pasteurización de políticas fracasadas por izquierdas y derechas en nuestro país, sirvieron de tierra fértil para una nueva dictadura. El Salvador hoy, patria vegetal, tiene la apariencia de una cordialidad negada por su historia. 

 

Un país donde actualmente, la cosa pública es un negocio privado, con mesas para fiestas de alquiler. Donde se corrompen los sueños, los valores y los sentimientos, vendiendo por treinta dólares el proyecto libertario de una generación. Los que quieren gobernar la sociedad no soportan a los que quieren gobernar con la sociedad.

 

Herida en su autoestima y endeudada, la patria navega a remolque de la receta neoliberal y la blockchain, que dilata la violencia y el desempleo, el poder paralelo del narcotráfico, la concentración del ingreso. Si el salario no paga la vida, la vida parece no valer un salario. Los que proclaman que la única utopía es creer en el fin de las utopías viajan rodeados de guardias de seguridad por las calles. No se dan cuenta de que sus residencias privadas con razors, carros blindados y guardias les hacen prisioneros de su propia ostentación.

 

El grito de los excluidos resuena en este Día de la Independencia. Resuena contra los caminos que restauran el pasado, trazados por quienes aún alaban la dictadura. Resuenan gritos de mujeres en contra de la violencia machista, del ciudadano en contra de la imposición de la nueva ley Bitcoin. Se hace eco de la indignación ante la avalancha de corrupción que amenaza nuestra frágil democracia ante la posible reelección de un presidente. Resuena en los pechos de quienes exigen el derecho de los pobres por encima de la codicia de los acreedores. Se hace eco del clamor por la ética en la política, la transparencia en los poderes de la República y el castigo severo a los que traicionaron los deseos del pueblo, pervirtiendo en nosotros el miedo a la esperanza. 

 

Nuestra democracia. Ella es de una pobreza espantosa o, en un lenguaje más suave, una «democracia de baja intensidad» en la expresión del sociólogo portugués Boaventura de Souza Santos. ¿Por qué es pobre? Me valgo de las palabras de Pedro Demo, de Brasilia, una cabeza brillante que, por su vasta obra, merecería ser más oída. En su Introdução à sociologia (2002) dice enfáticamente: «Nuestra democracia es escenificación nacional de hipocresía refinada, repleta de leyes ‘bonitas’, pero hechas siempre, en última instancia, por la élite dominante para que la sirva de principio a fin. Los políticos son gente que se caracteriza por ganar mucho, trabajar poco, hacer negocios, emplear a parientes y apaniguados, enriquecerse a costa de las arcas públicas y entrar en el mercado por arriba… Si ligásemos democracia con justicia social, nuestra democracia sería su propia negación» (p.330.333).

 

Esta descripción no es una caricatura, salvo pocas excepciones. Es lo que se constata día a día y puede ser visto por medio de tweets y leído en los periódicos: escándalos de la depredación de los bienes públicos con cifras que ascienden a millones y millones. La impunidad avanza porque el crimen es cosa de pobres; el asalto criminal a los recursos públicos es habilidad y ‘privilegio’ de quien llegó allí, a la fuente del poder. Se entiende porqué, en un contexto capitalista como el nuestro, la democracia atiende primero a los que están en la opulencia o tienen capacidad de presión y sólo después piensa en la población, atendida con políticas pobres. Los corruptos acaban por corromper también a muchos del pueblo. Bien observó Capistrano de Abreu en una carta de l924: «Ningún método de gobierno puede servir, tratándose de gente tan visceralmente corrupta como la nuestra».

 

Si la mujer del César debe ser honesta y también parecerlo, el político que se deja maquillar para efectos políticos está en peligro de preocuparse más por parecer diferente que por serlo. Gobierna con los ojos puesto en las encuestas de opinión, abdica de sus compromisos para someterse al síndrome del electoralismo de su próxima campaña. Mantenerse en el poder se convierte en su obsesión, y no administrar para conseguir mejores condiciones de vida para la mayoría de la población. Esa desideologización tiende a reducir la política al arte de acomodar intereses. Se pierde la perspectiva estratégica y el horizonte histórico; ya no se busca otro país posible, ahora todo se reduce a enviar un tweet para cultivar una buena imagen ante la opinión pública.

 

Bien que nos resalto la sabiduría griega de que la política no es una ciencia exacta. Es una ciencia exaltada. Muchos de los que ingresan en ella buscan tan solamente el poder. Por eso, "las cosas nobles y justas que son objeto de la política presentan tantas diferencias y desviaciones que parecen existir solo por convención y no por naturaleza", subraya Aristóteles. Pero bueno quiero seguir pensando que cada Gobierno es una nueva siembra. Aunque no se recoja de inmediato, el tiempo la hace fructificar. Un día llega el momento de la cosecha, aunque no necesariamente en la próxima zafra.


El Portero.

11 años han pasado.

Vallée de Joux, Suiza.


Hace 11 años se publicó en una revista de realidad Latinoamericana uno de mis primeros textos, y debo confesar que en aquel momento sentí una gran alegría. Pero no a causa del texto impreso, no. Sino, a lo que en aquel momento descubrí en mi: La confianza. Si, la confianza. Confianza en dejar de guardar ciertos pensamientos e ideas considerando que era lo mejor para evitar el “¿qué dirán?”. Pero como una vez me dijo un amigo jesuita: “Muchas veces, es mejor olvidar lo que uno siente y recordar lo que uno vale”. Fruto de ello, es como creé un blog, que ya algunos conocen "Por la Puerta Trasera", donde ya no solo compartí ensayos, sino también, anécdotas, memorias y una que otra poesía. Y bueno, debo confesar que ese “qué dirán” pues si, llegó. Y fue un mosaico de palabras, algunas de ellas buenas y otras pues no tanto, pero al final para mí las dos sumaban bien. Porque quería decir que al menos alguien se tomaba el tiempo y leía mis textos.

Y digamos, que gracias a ello me convertí en una persona mística, (y no lo digo por lo de católico, no), sino más bien..... porque ahora creo intensamente en las ideas que creo y en las personas que quiero, para mí esta es la mejor manera de ser místico en la vida.

Si no recuerdo mal, creo que fue Jean-Paul Sartre quien dijo: “Escribir es una pasión inútil”. Puede que tuviera razón. Porque a veces uno escribe sin saber muy bien por qué o para qué, pero se supone que tiene que ver con las cosas en las que uno más profundamente cree, con los temas que a uno lo desvelan.

En mi caso, por ejemplo, hay tres fechas (o tres desvelos) del calendario que siempre vuelven con un mismo tema: La mujer. Estos son: el 8 de marzo, 10 de mayo y 25 de noviembre. Y me he dado cuenta que esto no ha sido lo correcto, que es mejor romper de una vez por todas con esa vieja habitud horizontal de esperar los días. Porque …. ¿Qué importa, si hoy es 17 de mayo, 1° de enero o 10 de noviembre? Si al cabo todos los días son los correctos para pensar y escribir sobre ese bello sujeto.

Es así como se me ocurrió este breve texto:

- MIRAME: Imperfecta, complicada sí…. ¡pero cada día más feliz!

Para ser cada día más feliz se necesita voluntad de crecimiento y una mirada capaz de mirar al mundo con ilusión.

Nuestra sociedad latinoamericana orienta a la mujer desde muy temprano a alcanzar ese escalafón imposible. Deben ser las mejores en los estudios, las más conservadoras, las más atractivas… Deben tener unas medidas perfectas, las que mejor planchan y cocinan. También se espera que sean, las que mejor se quedan guardadas en casa, las amigas perfectas, las madres perfectas y las parejas ideales.

Cojamos aire y quitémonos la venda de los ojos. No hay que ser perfecto, basta con ser feliz. Esa es la auténtica vara de medir. Por tanto, lo ideal es ajustar nuestro modo de vida aquello que nos haga sentir bien. Ni más ni menos.

Para ser cada día más feliz debes intentar ser cada día más tú. ¿Qué significa esto? Básicamente que debes cuidar de tus esencias, de tu identidad, tu sentido del yo y tu autoestima. Viktor Frankl señalaba, que es importante tener uno o varios propósitos vitales y tomar el que esté más acorde a tus valores.

Que no hay que supeditarse a la voluntad de otros, no hay que ajustarse a lo que otros digan o lo que otros quieran. Y recordar que el bienestar es la música de tu independencia.

Por tanto, es importante dejar atrás condicionamientos, pensamientos limitantes, miedos que no te servían de nada… Dejar en el camino hasta relaciones que te quitaban el aire, personas que ponían cadenas a tu identidad, las mismas que opacaban tu potencial y luz interior.

A veces la felicidad es también ausencia de miedo y saber caminar ligero. Y es que, a veces, somos cabezotas y tremendamente obstinados, no hay duda, y esto puede molestar a muchos y admirar a unos pocos. Pero recuerda: los que lo hagan, los que te respetan y te quieran por ese carácter a veces fuerte y tozudo, saben de tu recorrido personal, saben por lo que has pasado y aprecian en quien te has convertido.

Un pensamiento con especial cariño a mis amigas mujeres.


El Portero.

¿Qué es el Tiempo?

Lago Saint Point, Francia. Foto: El Portero

De las varias obligaciones que contraemos inconscientemente a lo largo de nuestra vida, la del tiempo es una de las más difíciles de notar y entender. La mayoría de nosotros somos como esos peces de la historia que alguna vez contó David Foster Wallace, en la que un pez viejo se encuentra con dos jóvenes y al saludarlos les pregunta: “Ey, muchachos, ¿cómo está el agua?”; el viejo se va sin esperar una respuesta y los peces jóvenes se quedan confundidos y en silencio, hasta que uno dice al otro: “¿Qué demonios es el agua?”. Para nosotros, el tiempo es nuestra agua.

La dificultad de tomar conciencia del tiempo se debe a varios motivos. Uno de ellos es la propia naturaleza entre enigmática e incomprensible del tiempo: pasa, transcurre, y apenas creemos entenderlo, se fuga una vez más, a cada instante. Nuestra mente, podría decirse, es capaz de percibirlo pero no de entenderlo. Y quizá ese es un segundo motivo por el cual todo lo que vemos del tiempo es su efecto sobre la realidad en la que vivimos. Al tiempo lo miramos en las manecillas del reloj que miden su paso, en la sucesión del día y la noche, en el paso de la infancia a la juventud, de la juventud a la madurez y de ésta a la edad última. Mirar el tiempo es de algún modo confrontarnos con la muerte y con el fin de las cosas, y para muchas personas eso tampoco resulta agradable, pues la cultura en la que nos formamos nos enseña a temer la muerte, a eludirla, e incluso nos hace creer que es posible vivir como si nunca fuera a arribar o como si no existiera. El tiempo pasa, sin embargo.

En nuestra época es común que muchas personas vivan bajo la impresión persistente de “no tener tiempo”. Con cierta frecuencia, esta idea está acompañada de una doble realidad: sus ocupaciones son diversas y, por otro lado, se siente cierta insatisfacción por no hacer del todo lo que se quisiera.

De nuevo, no podemos dejar de notar el contexto en el que nos encontramos, en el cual se nos anima a hacer siempre más: a trabajar más, a disfrutar más, a tener más experiencia, etc. Nuestra cultura nos invita al exceso antes que a la sobriedad, y el exceso es por definición insaciable. No hay vida que alcance para hacer todo lo que supuestamente estamos “llamados” a hacer o que creemos que es “vivir la vida”.

¿Pero entonces cuál es la opresión en sí? ¿El tiempo o todas las ocupaciones que creemos que debemos tener para cumplir con ese ideal de vida?

El tiempo, en efecto, es un río que arrebata y un tigre que destroza y un fuego que consume, como escribió Borges. ¿Pero qué podemos hacer respecto a ello? ¿Qué podemos hacer con el tiempo? ¿Detenerlo? ¿Retrasarlo? ¿Hacer que pase más lento? No es posible.

Sí podemos, sin embargo, hacer algo: tomar conciencia del paso del tiempo en nuestra propia vida. Reconocernos como seres finitos y en tránsito, que vivimos bajo esta conciencia sólo por este momento. Darnos cuenta de que el tiempo existe, pero no es el de los calendarios y los relojes, sino más bien este flujo imparable que llamamos vida y que se expresa sólo en este momento presente.

Parece poco, ¿no? Nada más que un instante para vivir tu vida. Mejor si lo aprovechas, ¿no crees?

El Portero.

Poeta de lo mínimo

Diente de León foto: Charlotte HUBERT

El ser humano se ha especializado a lo largo de su historia en crear reglas para vivir. Laicas, religiosas, con fundamento científico, basadas en la reflexión filosófica, personales, colectivas… la lista puede ser cuantiosa pero el objetivo persiste: resolver ese misterio que parece ser la vida.

¿Qué pasaría si nos diéramos cuenta de que, después de todo, el problema no existe y vivir es más sencillo de lo que creemos? Al final, para vivir, parece que hace falta poco: valor, honestidad, compasión, hacer el bien tanto como sea posible. ¿Pero qué más?

El poema que comparto a continuación es una síntesis preciosa de esa sencillez. Es posible que su longitud dé la apariencia de lo opuesto, pero lo cierto es que su elocuencia radica más bien en el contenido y no en la forma. Su autor, Ron Padgett, amante de lo mínimo, eligió para la composición eso que todos los días, a final de cuentas, hace nuestra vida y que, por no considerarlo así, a veces tendemos a creerlo trivial o menor.

Por último, me gustaria mencionar, que Padgett es el autor de los poemas que se leen en Paterson, la película que Jim Jarmusch dirigió en 2016. No parece casual que Jarmusch haya elegido a Padgett como una especie de “poeta oficial” de la cinta, pues de algún modo ésta intenta capturar y transmitir esa belleza esencial de la vida que usualmente nos rodea y que a veces dejamos de ver, por estar distraídos u ocupados en otra cosa.

La poesía, sin embargo, siempre vuelve y siempre nos hace volver.

El Portero.

Cómo ser perfecto?
Todo es perfecto, querido amigo.
Kerouac.
Duerme.

No des consejos.

Cuida tus dientes y encías.

No tengas miedo a nada que esté fuera de tu control. No tengas miedo, por

ejemplo, de que el edificio se caiga mientras duermes, o de que alguien a quien

amas muera súbitamente.

Come una naranja todas las mañanas.

Sé amable. Te hará feliz.

Eleva tus latidos a 120 pulsaciones por minuto durante 20 minutos

cuatro o cinco veces por semana haciendo cualquier cosa que te guste.

Desea todo. No esperes nada.

En primer lugar, cuida las cosas que están cerca de tu casa. Ordena tu cuarto

antes de salvar al mundo. Luego salva al mundo.

Ten en cuenta que el deseo de ser perfecto es quizás la expresión encubierta

de otro deseo –ser amado, tal vez, o no morir.

Haz contacto visual con un árbol.

Sé escéptico a toda opinión, pero trata de encontrar algún valor en cada

una de ellas.

Viste del modo que te guste tanto a ti como a quienes te rodean.

No hables rápido.

Aprende algo cada día. (Dzien dobre!)

Sé amable con las personas antes de que tengan la ocasión de portarse mal.

No te enojes por más de una semana, pero no olvides aquello que te hizo enojar. Mantén tu ira al alcance de la mano y obsérvala, como si fuera una bola de cristal. Luego agrégala a tu colección de bolas de cristal.

Sé fiel.

Usa zapatos cómodos.

Planifica tus actividades para que reflejen un equilibrio grato

y variedad.

Sé amable con los mayores, incluso aunque sean odiosos. Cuando llegues a

viejo, sé amable con los jóvenes. No les tires tu bastón cuando te llamen abuelo. ¡Son tus nietos!

Vive con un animal.

No pases demasiado tiempo con grandes grupos de personas.

Si necesitas ayuda, pídela.

Cultiva una buena postura hasta que se vuelva natural.

Si alguien asesina a tu hijo, consigue un arma y vuélale la cabeza.

Planifica tu día para que nunca debas correr.

Muestra tu aprecio a las personas que hacen algo por ti, incluso aunque les

hayas pagado, incluso aunque te hagan favores que no pediste.

No malgastes el dinero que podrías dar a aquellos que lo necesitan.

Espera que la sociedad sea defectuosa. Luego llora cuando te des cuenta de que es mucho más defectuosa de lo que creías.

Cuando pidas algo prestado, devuélvelo en mejores condiciones.

Utiliza objetos de madera en lugar de objetos plásticos o metal, tanto como sea posible.

Mira el pájaro que está allí.

Luego de la cena, lava los platos.

Cálmate.

Visita países extranjeros, excepto aquellos cuyos habitantes hayan

expresado su deseo de matarte.

No esperes que tus hijos te amen, pueden, si quieren.

Medita acerca de lo espiritual. Luego ve un poco más allá, si tienes ganas.

¿Qué hay allá afuera?

Canta, cada tanto.

Sé puntual, pero si llegas tarde no des una larga y detallada

excusa.

No seas demasiado auto-crítico ni demasiado auto-complaciente.

No pienses que el progreso existe. No es así.

Sube las escaleras.

Imagina qué querrías que ocurra, y luego no hagas

nada que lo convierta en algo imposible.

Desconecta tu teléfono al menos dos veces por semana.

Mantén limpias tus ventanas.

Extirpa cualquier indicio de ambición personal.

No uses la palabra extirpar muy a menudo.

Perdona a tu país de vez en cuando. Si eso no fuera posible, vete

a otro país.

Si estás cansado, descansa.

Siembra algo.

No deambules por las estaciones de trenes murmurando: “¡Todos vamos a

morir!”

Cuenta entre tus verdaderos amigos a gente de diferentes momentos de tu vida.

Disfruta de los pequeños placeres, como el placer de masticar, el placer del agua caliente corriendo por tu espalda, el placer de una brisa fresca, el placer de quedarse dormido.

No exclames: “¡No es maravillosa la tecnología!”.

Aprende a estirar tus músculos. Estíralos todos los días.

No te deprimas por envejecer. Te hará sentir más viejo. Lo cual es deprimente.

Haz una cosa a la vez.

Si te quemas un dedo, ponlo en agua fría de inmediato. Si te martillas

el dedo, sostén tu mano en el aire durante veinte minutos.

Los poderes curativos del frío y de la gravedad te sorprenderán.

Aprende a silbar a un volumen ensordecedor.

Mantén la calma en una crisis. Cuanto más crítica la situación, más tranquilo debes permanecer.

Disfruta del sexo, pero no te obsesiones con él. Con excepción de breves períodos durante tu adolescencia, juventud, mediana edad y vejez.

Contempla todo opuesto.

Si te asalta el temor de que has nadado muy mar adentro, da la vuelta y regresa al bote salvavidas.

Mantén tu niño vivo.

Responde tus cartas sin demora. Utiliza estampillas atrayentes, como la que tienen un tornado.

Llora de vez en cuando, pero nada más cuando estés solo. Luego agradece

cuánto mejor te sientes. No te avergüences por sentirte mejor.

No aspires humo.

Respira hondo.

No seas impertinente con la policía.

No te bajes de la acera hasta que hayas recorrido toda la calle. Desde la acera puedes estudiar a los peatones que están atrapados en el medio del enloquecido y ruidoso tráfico.

Sé bueno.

Recorre diferentes calles.

Hacia atrás.

Recuerda la belleza, que existe, y la verdad, que no. Mira que la

idea de verdad es tan poderosa como la idea de belleza.

Permanece fuera de la cárcel.

En la madurez, conviértete en místico.

Usa la nueva fórmula con control del sarro del dentífrico Colgate.

Visita a amigos y conocidos en el hospital. Cuando sientas que es

tiempo de retirarte, hazlo.

Sé honesto contigo, diplomático con los demás.

No te vuelvas loco. Es una pérdida de tiempo.

Lee y relee grandes libros.

Cava un pozo con una pala.

En invierno, antes de ir a dormir, humidifica el cuarto.

Comprende que las únicas cosas perfectas son una puntuación de 300 en un partido de bowling y un partido de béisbol con 27 bateos, 27 outs.

Bebe mucha agua. Cuando te pregunten qué quieres beber,

di: “Agua, por favor”.

Pregunta: “¿Dónde está el baño?”, pero no: “¿Dónde puedo orinar?”

Sé amable con los objetos.

Comenzando a partir de los cuarenta, realiza un chequeo médico cada tanto

con un médico de confianza que te haga sentir a gusto.

No leas el periódico más de una vez al año.

Aprende a decir “hola”, “gracias”, y “palitos chinos” en mandarín.

Eructa y tírate pedos, pero en silencio.

Sé especialmente amable con los extranjeros.

Ve teatro de sombras e imagina que eres uno de los

personajes. O todos ellos.

Saca la basura.

Ama la vida.

Da el cambio exacto.

Ron Padgett.
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