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Sobre política III

El sabio Tomás de Aquino, necesito trece siglos para darle a la pregunta de Pilatos la respuesta que Jesús callara: La verdad es la adecuación de la inteligencia real. Pero ¿dónde que da la lucidez de los principios si no se ingresa al mercado, incluso al electoral, sin maquillaje? ¿La forma es el contenido o el contenido existe sin forma? ¿Se muestra lo que es o es ya la apariencia el tereno reductor de todas las realidades y pulverizador de todos los principios? ¿Se trueca la ética por la estética, se propagandiza al candidato adornado de cualidades que no posee, atractivo para el consumo, desideologizado y señor de promesas imposibles?

Actualmente la publicidad invade de tal manera el universo psíquico que llega a invertir la relación persona-mercancía. Esta última, investida de una marca, pasa a imprimirle valor a su consumidor/portador. Es como un caballo al que se aprecia por la belleza de sus arreos. Se le da más valor al producto que a la persona, y esta se siente socialmente valorizada en la medida en que ostenta la posesión del producto. El consumo consume al consumidor. Como observa Marx, "la producción no crea solamente un objeto para el sujeto, sino también un sujeto para el objeto". El capitalismo lo reduce todo a la condición de mercancía. Es lo que el viejo Marx denominó la cosificación. Productos agrícolas e industriales, servicios y actividades culturales, ideas y creencias, todo se maneja según las leyes del mercado. Los políticos y políticas reciben el mismo tratamiento. Salen los politólogos, entran los expertos en marketing, ya que en el actual modelo de democracia predomina la victoria electoral de los candidatos que cuentan con más recursos financieros y, por tantgo, que están en condiciones de pagar más publicidad.

Una de las oportunidades de cooptación de los partidos políticos son las campañas electorales. Es necesario que el nombre del candidato llegue a ser conocido y no hay más recurso que la publicidad, que exige una considerable suma de dinero. Y no se obtiene solo con rifas, bingos y libros de oro, ni con la venta de botones ni la promoción de cenas de apoyo. Hay candidatos que apelan a ese tipo de recurso a falta de otras alternativas, y hay también los que lo hacen para encubrir la caja secreta. Para muchos, el dinero viene de quienes lo poseen: empresarios, productores rurales y banqueros. A veces viene de la corrupción: el candidato cuenta con la caja secreta de una empresa privada que le retribuye con dinero el favor de haber sido elegida en una licitación con las cartas marcadas. El traspaso se hace de la caja secreta de la empresa a la caja secreta del partido o del candidato. O el dinero viene de un organismo o empresa pública a la que se le aprobó un presupuesto inflado con la condición de que reservara un monto para la campaña política. así, el contribuyente financia, a través de sus impuestos, a candidatos que se abastecen del desvío de dineros públicos.

En este último caso, el candidato goza de cierta libertad ideológica. Pero si los recursos provienen de la iniciativa privada, no hay manera de que no sea un rehén de la empresa o del empresario que lo financia. Hay empresas que se anticipan al pase del sombrero y tratan de invertir en diferentes candidatos, o en todos, sobre todo en elecciones mayoritarias. El que vence se convierte en deudor. Y de esa manera sus ideas y propuestas se van desvaneciendo progresivamente, gracias a las confabulaciones entre el candidato y la fuente de dinero que sustenta su campaña. salvo si el empresario es ético y comulga con las convicciones ideológicas del candidato. Lo que, obviamente es raro.

Tal vez Freud tuviera razón cuando sugirió, desde lo alto de su incurable pesimismo, que la transparencia del ser humano es inalcanzable, porque el deseo, fundamentalmente ambiguo, impide que la política pueda pensarse como instancia de superación de esa ambigüedad.

¿Cual sería la solución? Solo tengo sugerencias. Primero, el financiamiento público de las campañas electorales. Se evitaría así que los más adinerados tuvieran siempre mayores oportunidades de resultar electos. Pero mientras que esa propuesta no gane fuerza de ley, se debía obligar a los partidos a divulgar los gastos de campaña de cada uno de sus candidatos. Y le cabría a la Justicia Electoral exigir una presentación de cuentas y el fin del secreto empresarial de los electos.

La pasteurización electoral de izquierdas y derechas en el país corre el riesgo de prolongarse en el ejercicio del poder. Si la mujer del César debe ser honesta y también parecerlo, el político que se deja maquillar para efectos electorales está en peligro de preocuparse más por parecer diferente que por serlo. Gobierna con los ojos puesto en las encuestas de opinión, abdica de sus compromisos de campaña para someterse al síndrome del electoralismo. Mantenerse en el poder se convierte en su obsesión, y no administrar para conseguir mejores condiciones de vida para la mayoría de la población. Esa desideologización tiende a reducir la política al arte de acomodar intereses. Se pierde la perspectiva estratégica y el horizonte histórico; ya no se busca otro mundo posible, ahora todo se reduce a cultivar una buena imagen ante la opinión pública.

La política siempre fue un factor de educación ciudadana. Vaciada de contenido de ideológico y firmeza de ideas, se transforma en el mero negocio de acceder al poder. Se elige a quien tiene más visibiliad pública, aunque este desprovisto de ética, de principios y de proyectos. Es la vistoria del mercado sobre los valores humanitarios. El lugar de la Libertad, la Igualdad, la Fraternidad, es ocupado por la visibilidad, la capacidad de seducción y los amplios recursos de campaña. Es el predominio del marketing sobre los principios.

Bien que nos resalto la sabiduría griega de que la política no es una ciencia exacta. Es una ciencia exaltada. Muchos de los que ingresan en ella buscan tan solamente el poder. Por eso, "las cosas nobles y justas que son objeto de la política presentan tantas diferencias y desviaciones que parecen existir solo por convención y no por naturaleza", subraya Aristóteles. Pero bueno quiero seguir pensando que cada elección es una nueva siembra. Aunque no se recoja de inmediato, el tiempo la hace fructificar. Un día llega el momento de la cosecha, aunque no necesariamente en la próxima zafra.

Mauricio Iraheta Olivo.

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