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COPENHAGUE: “Una derrota para la humanidad”


Se cumplen ya diez años de las grandes manifestaciones de la "batalla de Seattle" que vieron nacer el movimiento altermundialista. En Copenhague, donde representantes de todos los países del mundo se reunieron en Dinamarca del 7 al 18 de diciembre en el marco de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, con el objetivo de evitar que, de aquí a 2050, la temperatura media del planeta aumente en más de dos grados. En esa perspectiva, tres fueron los temas centrales que se abordaron en Copenhague: 1) determinar la responsabilidad histórica de cada Estado en la actual degradación climática, sabiendo que el 80% de las emisiones de CO2 son producidas por los países más desarrollados (que sólo reúnen el 20% de la población mundial), y que los países pobres, los menos responsables del desastre climático, padecen las consecuencias más graves. 2) fijar, en nombre de la justicia climática, una compensación financiera para que aquellos Estados que más han degradado el clima aporten una ayuda significativa a los países del Sur que permita a éstos luchar contra los efectos de la catástrofe climática. Aquí se sitúa uno de los principales desacuerdos: los Estados ricos proponen una suma insuficiente, cuando los países pobres reclaman una justa compensación más elevada. 3) definir con vistas al futuro un calendario vinculante que obligue política y legalmente a los actores planetarios -tanto a los países desarrollados como a las otras potencias (China, Rusia, la India, Indonesia, México, Brasil)- a reducir progresivamente sus emisiones de gases de efecto invernadero. Ni Estados Unidos ni China (los dos principales contaminadores) aceptan esta perspectiva.

Además de esta agenda, un fantasma recorrió las mesas de discusión de Copenhague: el del necesario cambio de modelo económico. Existe en efecto una grave contradicción entre la lógica del capitalismo (crecimiento ininterrumpido, avidez de ganancias, explotación sin fronteras) y la nueva austeridad indispensable para evitar el cataclismo climático. “Donde Americanos y Europeos siguen jugando con nosotros con la política del palo y la zanahoria”.

Las esperanzas generadas por el nuevo presidente de Estados Unidos, Barack Obama se han desvanecido como el hielo de los glaciares, el papel de la Unión Europea, que pretendía liderar las negociaciones, ha sido tan contaminante como una central térmica de carbón y los países emergentes han mantenido sus intereses de crecimiento, como la temperatura del planeta, por encima de la naturaleza o de la civilización humana.

Por otro lado, la mayoría de la sociedad en los países occidentales no tiene intención de limitar o reducir su tren de vida. Mientras la población considere que es más importante el crecimiento económico que cuidar del planeta, los políticos no llegarán a ningún tipo de acuerdo vinculante. Hasta que no cambie la sociedad occidental no habrá ninguna posibilidad de combatir el calentamiento global. Actualmente la Tierra ya es incapaz de regenerar un 30% de lo que cada año consumen sus habitantes. Y demográficamente éstos no cesan de crecer. Somos ya 6.800 millones, y en 2050 se pronostica que seremos 9.150 millones... Lo que complica el problema. Porque no hay recursos para todos. Si cada habitante consumiese como un estadounidense se necesitarían los recursos de tres planetas. Si consumiese como un europeo, los de dos planetas, cuando no disponemos más que de una Tierra. Una diminuta isla en la inmensidad de las galaxias.

Reconocemos que la erradicación de la pobreza, la protección y gestión de los recursos naturales para el desarrollo económico y social son objetivos claves y exigencias esenciales para el desarrollo durable. La profunda brecha que divide la sociedad entre ricos y pobres y la fosa que se extiende entre los mundos desarrollado y en desarrollo constituyen la amenaza mayor para la prosperidad, la seguridad y la estabilidad mundial. El medio ambiente mundial sigue deteriorándose. Se malogra la biodiversidad, se reducen los bancos de peces, la desertificación prolifera e invade más y más tierras fértiles, los efectos destructivos del cambio climático son bien evidentes, las catástrofes naturales son más frecuentes y devastadoras y los países en desarrollo son los más vulnerables a estas situaciones.

Por ello y más, resulta muy importante y problemático que la Convención Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático (CMNUCC) sostenga que es el mecanismo central y más adecuado para detener el cambio climático. Pero en los últimos 15 años se ha vuelto evidente que es muy poco lo que se ha avanzado en torno al problema, materializando el hecho de que existe una toma de conciencia politizada sobre el cambio climático. Esta toma de conciencia se estructura en formas específicas que están alineadas con las fuerzas sociales y los intereses dominantes. No es independiente del desarrollo neoliberal y neo-imperial. No por casualidad, la dominación modificada de la naturaleza a través de las estrategias de modernización ecológica, el conocimiento occidental, el papel preponderante de los expertos y de supuestos “líderes iluminados”, conjuntamente con los instrumentos basados en el mercado, son los factores que determinan las políticas ambientales. Donde esto representa y genera, un desastre cotidiano para miles de millones de personas.

Desde una perspectiva emancipatoria es de suma importancia detener el cambio climático, lo que a su vez implica frenar los modelos de consumo y producción basados en los combustibles fósiles. Estos están afectando fundamentalmente a los grupos sociales más vulnerables que no pueden defenderse de la escasez de agua y las sequías o contra las lluvias torrenciales y las inundaciones. Estos hechos suceden con mayor frecuencia porque prima el ánimo de lucro y porque estos enfoques son considerados parte del ”progreso” y de un estilo de vida confortable para mucha gente. Tales enfoques se han vuelto predominantes gracias a una manera patriarcal y “moderna” de entender la dominación de la naturaleza, que posibilita su explotación, mercantilización y destrucción como si el planeta fuera de nuestra misma y única generación. Los movimientos sociales radicales y las ONG críticas, así como los intelectuales y medios críticos reconocen que la CMNUCC no es un mecanismo adecuado para encarar una de las crisis más severas que enfrentamos. Como otras instituciones políticas internacionales – en el terreno ambiental o en otros - la CMNUCC es parte de una modalidad de gestión global de los recursos de carácter capitalista, occidental, blanco y masculino, que no debería seguir siendo legitimada mediante la participación de las ONG críticas, los movimientos sociales y otros actores críticos. No necesitamos una “globalización sustentable”, que básicamente significa más neoliberalismo e imperialismo.

De ahí la necesidad y urgencia en adoptar medidas que detengan la huida hacia el abismo de nuestra humanidad. De ahí también, ante el cinismo de muchos líderes mundiales, y la rabia de los miles de militantes ecologistas que convergieron de todo el planeta hacia la capital danesa, y que junto a ellos nos unimos en una sola voz para proclamar dos consignas: "¡Cambiar el sistema, no el clima!" y "Si el clima fuese un banco ¡ya lo habrían salvado!".

Mauricio Iraheta Olivo

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