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De Dioses y de Macacos


- ¡Siglos de represión! -Exclamo el profesor- nos han legado esa esquizofrenia entre afecto y sexo. Un día seremos sexualmente unitarios, sin representaciones de tabus, y hasta el incesto sera superado pues volveremos a la inocencia originaria. 

-Por la libertad primordial que Adan y Eva conocieron -sugirio un alumno.
-Y perdieron -observo otro.

El profesor bramante miro con vigor. Su rostro parecía hinchado. Y la voz broto mas grave.

- ¡Perdieron, pero no por causa del sexo! Dios, si es que existe, no admite competidores. Es un error de los padres que metieron en la cabeza de los incautos que el fruto prohibido era la tensión que Adan y Eva sentían el uno por el otro. 

- Sobretodo donde no incurría riesgo alguno para romper la fidelidad - intervino el alumno, riéndose de la observación que hacía el profesor.

- ¡Es eso! - Exclamo nuevamente el pedagogo- Adan y Eva no pasaban mas que de una crisis reproductora para comenzar a dar nombre a los "boys". Una prerrogativa divina en aquel mundo en el que todavía no había descubierto la ciencia. Por eso fueron castigados.

- Los alumnos se dan una pausa para reflexionar y uno de ellos apunta: "Adan y Eva son paradigmas y Dios un misterio que suscita nuestra curiosidad, pero.....¿que hay de los macacos?".

- El profesor interrumpe...."Sin investigación no hay conclusiones acertadas y mucho menos solución adecuada"

......En fin, esta era una breve conversación de autoayuda de quienes en un salon de clase querían encontrar un camino al significado del creacionismo, y de que entre Dios y nosotros no hubo más intermediario que Adán y Eva.

Sin embargo, hace ya tiempo que la ciencia investiga el eslabón perdido entre el macaco y el hombre. Pero se da consenso en que Darwin tenía razón. Incluso el papa Juan Pablo II, que no daba el brazo a torcer, admitió la pertinencia del darwinismo. 

Pero los creacionistas no pueden ir más allá de la idea de la existencia de un dios alfarero que, tras haber trabajado con arcilla y soplado el barro, dio vida a dos maquetas humanas. Si dieran un paso más en la genealogía de la primera pareja se encontrarían con mayores dificultades. Si Adán y Eva tuvieron dos hijos varones, Caín y Abel, ¿cómo se explica esa gran descendencia de la que formamos parte? ¿seríamos todos hijos e hijas de un incesto paradisíaco?

Desde siglos atrás la Biblia sólo pretende enseñar que Dios es el creador del Universo, incluidos los humanos que, aunque obra divina, padecen de dos limitaciones insuperables: tienen plazo de validez y defecto de fabricación. Lo que la doctrina cristiana llama pecado original.

Esto es obvio: todos mueren, a pesar de las academias de letras repletas de ‘inmortales’, y no son pocos los que muestran grandes defectos de fabricación: a lo largo de su vida se vuelven corruptos, mentirosos, oportunistas, segregacionistas, machistas, cínicos y hasta políticos… en fin, hombres sin calidad, diría Musil. 

¿Cuándo se habría dado el salto del simio al humano? ¿el día en que un macaco utilizó un palo como extensión de sus manos, tal como muestra Stanley Kubrick en la película “2001, una odisea en el espacio”? ¿o el día en que un orangután decidió, al contrario de toda la familia zoológica, dejar de comer sólo cuando tiene hambre y señalar hora para las comidas? ¿o habrá sido en aquella tarde de sábado en que el macaco untó la caza con pimienta y la asó en la brasa que quedó como residuo de la quema producida por un rayo, sin saber que estaba inventando el churrasco?

Un verdadero humano sería una persona dotada de creatividad. ¿Quién ha visto una casa con forma de pájaro con un balconcito y una terraza para acoger al hijo recién casado? Sucede que la creatividad es también -es, en general, especialmente- un atributo de los maleantes. Quizás sea preferible caracterizar al humano por sus virtudes: una persona generosa, altruista, ética, solidaria, amorosa, capaz de compartir sus bienes y dones. ¿Existe algo así?

Si estamos de acuerdo en que eso todavía es un proyecto, una perspectiva, un sueño, entonces hay que aceptar que el eslabón perdido entre el macaco y el hombre somos nosotros, esa cadena de mamíferos que comienza por la curiosidad de Adán y Eva, que fueron a meter la nariz donde nadie los había llamado, hasta la generación actual contemporánea de Obama y Hillari Clinton. Por lo demás, dos buenos ejemplos de la especie prehumana que, como los macacos, tienen preso la cola pateada; donde meten los pies crean una situación crítica; y viven invadiendo el espacio ajeno.

Nosotros somos el eslabón que estaba perdido. Aunque él siempre ha estado en nuestra frente. Sólo basta con mirarnos al espejo. El verdaderamente humano vivirá en el futuro. Eso si adquirimos un poco de vergüenza en la cara. En caso contrario el mismo eslabón se perdería y el proyecto humano quedará como una utopía. Quizás realizable en algún otro planeta donde haya abundancia de eso que tanto falta por acá: vida inteligente.

O quién sabe si el Creador decida pasar a limpio su creación-borrador por segunda vez. Dudo que Él en estos días vaya a destruir con un nuevo diluvio. El agua es hoy un bien escaso. Dios es generoso, no despilfarrador. Quizás el calentamiento global sea el primer indicio de que todo va a quedar reducido a ceniza. O quizás deje como ha ido haciendo en brindarle la batuta a nosotros macacos para sentirnos instrumentos de tal misión divina. Y entonces así tendría lugar un nuevo Génesis. 

Desconfío de que, al sexto día, Dios creará animales inadaptados para desarrollar una cadena evolutiva. Pero si de que en el séptimo se recostó en su hamaca a un lado del jardín del Edén, porque nadie es de hierro. Sin embargo, creo firmemente, que aquel día de descanso contemplando la belleza del Universo, el sonido de los pájaros, las caricias del viento y los olores de las flores. Horizontalmente curvado y suavemente balanceado por el ritmo de la hamaca. Alzo su mano derecha agitando una fina pluma, con la que luego se dispuso en apuntar a su diario: “Memoria, sueños y reflexiones de los macacos: Aquel eslabón entre lo que ya no existe y lo que nunca fue”

Mauricio Iraheta Olivo.

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