Ignacio Ellacuría |
Queridos: Si estuviera entre ustedes, el 9 de noviembre celebraría mis 85 años de vida. Pero el buen Dios quiso llevarme antes a disfrutar de su visión martirial. Además el cielo no tiene nada de aquella imagen idílica que se imagina uno en la Tierra. Nada de ángeles arpistas y nubes color de rosa, aunque la música de Bach tiene mucha audiencia.
Junto con mis cinco hermanos desde el pasado 16 de noviembre de 1989 entramos en la intimidad de las Tres Divinas Personas. Y desde entonces entramos en permanente estado de pasión junto a Rutilio, Romero y el bueno de Dean que recientemente se nos ha sumado. Donde hemos sido arrebatados por tanto amor, que el corazón experimenta una felicidad indescriptible.
El cielo es tierno, lo cual no impide que experimentemos indignaciones. ¿No hizo Jesús figurar entre las bienaventuranzas el hambre y sed de justicia? Cuando miro a la Iglesia Católica confieso que antes sentía, no frustración, sino un punto de tristeza con el papa Benedicto 16 que no transmitía alegría y esperanza. Le faltaba el profetismo de Juan 23 y la empatía de Juan Pablo 2°. Ahora con francisco nace una nueva esperanza.
Actualmente, los sacerdotes cantores atraen más discípulos que los que se dedican a los pobres, a los campesinos, a los niños de la calle, a los enganchados a los químicos. En las misas-espectáculo los templos se ven abarrotados, en tanto que en los seminarios la enseñanza de la filosofía y la teología suele ser superficial.
No es estimulada la vida de oración, muchos buscan el sacerdocio para obtener prestigio social y, a veces, el moralismo predomina sobre la tolerancia, el triunfalismo supera al espíritu ecuménico. ¿Hasta cuándo serán discriminados los homosexuales por quien se considera discípulo de Jésus?
Ignacio de loyola, con el que echo mis buenas parrafadas, recuerda que sin referencia al pobre, sacramento vivo de Dios, Cristo corre el peligro de acabar en un mero concepto devocional legitimador de un clericalismo que no tiene nada de evangelico o profético.
Le he dicho a San Pedro que sueño con una Iglesia en que el celibato sea opcional para los sacerdotes y que las mujeres puedan celebrar la misa. Una Iglesia libre de las ataduras del capitalismo y en la cual los oprimidos se sientan en su casa, animados en la búsqueda de justicia y de paz.
En cuanto a El salvador, lamento que la violencia, por la cual tanto me pronuncie todavía perdure, amenazando la vida de los salvadoreños la mayoría niñas y niños.
¿Para qué tantos gastos en formas de segar vidas e inversiones que degradan el medio ambiente? ¿Por qué tan pocos recursos para obtener alimento -don de Dios- accesible a la mesa de todos los salvadoreños?
Al conmemorar nuestro aniversario del martirio acuérdense de los principios y objetivos que orientaron nuestra vida. A pesar de calumnias y persecuciones viví 58 años felices, pues nunca deje de admirar la personalidad del pueblo salvadoreño. Sin embargo, lamento que sus políticos y gobernantes continúen sin poder rescatar la dignidad de la nación la cual es humillada por hechos que todos conocemos. Siguen sin poder presentarse con la oligarquía y poderosos del capital con una perspectiva de la justicia y de la honradez del pueblo salvadoreño. Y no se han empeñado en llevar a juicio aquellos que han asesinado, torturado y secuestrado a centenares de personas.
También como sería de importante que se rescate a los jóvenes con una política de país, en la búsqueda del bien común y algo altamente ético que vaya más allá de los intereses corporativos de las empresas.
Pero al final quiero decir una palabra personal al pueblo salvadoreño, yo quiero solidarizarme y estar junto con ustedes en su sufrimiento porque se lo que significa tener a un compañero que lo acompañe en todo. Pero ustedes son hombres de fe y saben que el destino humano no termina en la muerte, sino, que se transfigura en ella. Porque nosotros no nacimos para morir. Morimos para resucitar y para vivir más y mejor. Y que esa visión que compartimos de la fe cristiana puedan servirles de consuelo, porque los muertos no somos ausentes, somos tan solamente invisibles. Lo que significa que nosotros estamos presentes acompañando sus pasos y su vida.
Con mi solidaridad, mi amistad.
Ignacio Ellacuría teólogo de la liberación.
Teólogo de El Salvador.
Mauricio
Iraheta Olivo.
Durante la cátedra abierta de hace algunos días, alguien del público preguntó ¿qué diría Ellacuría de la realidad actual de El Salvador?
ResponderEliminarMe parece que dar lectura a esta carta sería la mejor respuesta.
Gracias mi buen wicho por tu comentario, un abrazo!
EliminarMuy interesante y atinado comentario. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarSaludos a Charlotte.
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