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¿Me agregas como tu amiga en facebook?


La Ingeniera Karla Marisol Vasquez estaba a punto de apagar la computadora de su oficina cuando recibió un mensaje en Facebook que decía así: «Hola, me llamo Marisol Vasquez y tengo diez años. Te escribo desde el pasado. Primero que nada, me alegra saber que en el futuro voy a ser flaca y linda. Tus fotos del muro me encantan. ¿Me agregás como amiga?».

A Marisol Vasquez no le causó gracia el mensaje. Salió de la oficina muy enojada y preguntó a sus empleados quién estaba haciendo ese chiste espantoso. Todos la miraron sin entender. Volvió a entrar, se sentó en la computadora y espió el perfil de la otra Marisol. Había cinco fotos de su propia infancia, y entonces se asustó.

Esas fotos ya no existían, porque ella misma las había roto hacía mucho. En todas las imágenes estaba gorda, y tenía esos anteojos horribles, y el pelo de una escoba, y los dientes torcidos. ¡Ah, cómo odiaba esas fotos! Sobre todo una, en la que tenía una papada gigantesca... ¿Quién le estaba haciendo aquella broma de mal gusto?

Respondió el mensaje con rabia: «Seas quien seas, no tiene ninguna gracia. Sacá ya mismo esas fotos mías de internet. ¡Imbécil!».

La otra Marisol respondió enseguida: «No te enojes... Solamente quiero ser tu amiga y que me cuentes cuándo empezaste a ser linda. ¿Ese chico que aparece contigo es tu novio? Está lindísimo».

Marisol Vasquez, la ingeniera, sonrió.

«¿Eres tú, Roberto? Deja de bromear así. ¿Dónde conseguiste esas fotos de cuando era pequeña?», escribió la ingeniera.

La niña tardó en responder. «No. Soy Mari, ya te dije. ¿Quién es Roberto? ¿Tu novio?».

La ingeniera estalló: «¡Lo que estás haciendo es un delito contra la privacidad! Si no me decís quién eres, llamo a la policía ahora mismo».

La niña dijo: «¿Otra vez? Me llamo Marisol, tengo diez años, mis papás se llaman Carmen y Rogelio y vivo en la decima, pasando el parque.»

La ingeniera escribió con enojo: «¡Todo eso lo podés averiguar en cualquier parte, idiota!».

La niña respondió: «Tengo un perro que se llama Blacky. Ayer papá me llevó al jardín, a solas, y me dijo que Blacky se va a tener que morir esta semana, de viejo. ¿Te suena eso?».

La ingeniera Marisol Vasquez se quedó muda en su oficina, con los ojos en el monitor.

La niña siguió: «Blacky es mi único amigo, porque en la escuela nadie me habla. Y si alguien me habla es para burlarse de mí. En cambio Blacky, cuando llego a la tarde, me salta encima y mueve la cola. Lo conozco desde que nací, pero ahora ya no tiene fuerza ni me puede mirar porque se quedó ciego. Estuve llorando toda la tarde, pero ahora veo que tenés 671 amigos en Facebook, y que eres linda, y estoy mejor...», escribió la niña en el chat.

El mensaje quedó titilando un rato largo en el monitor. La ingeniera Marisol Vasquez no respondió rápido porque lloraba y lloraba y no podía parar. Hacía años que no lloraba por nada.

«Gracias por el piropo», dijo cuando se secó las lágrimas, «pero en realidad no soy tan linda, solamente subo fotos donde estoy maquillada. Y de todos esos amigos nada más tres son de verdad. Al resto casi ni los conozco. Pero dime, ¿quién eres?».

«No te voy a decir más quién soy, ya te lo dije tres veces y me tienes aburrida con eso. ¿Te puedo hacer una pregunta?», escribió la niña.

La ingeniera le respondió que sí, que podía hacer una pregunta.

«¿Cuándo empezaste a adelgazar, cuándo dejaste de usar anteojos, cuándo se te corrigieron los dientes?», escribió muy rápido, con un montón de faltas de ortografía.

«Más o menos a los doce dejé de comer porquerías, porque me empezaron a gustar los chicos y ninguno quería bailar conmigo. A los trece pegué un buen estirón. Dejé de usar anteojos a los catorce, cuando me pusieron lentes de contacto, y los dientes no fueron mérito mío, sino del odontólogo.»

La niña dijo: «¿Y cuándo me van a salir las chichis?».

La ingeniera se rió muy fuerte y escribió: «En dos o tres años, no te preocupes por eso». La niña le devolvió un emoticón feliz, y la ingeniera se rió fuerte.

«Hay algo que no puedo entender», dijo la pequeña Marisol. «Estuve viendo un montón de fotos tuyas en tu casa... Ya sé que vivís sola, que comés cosas raras y que le sacás fotos a cada plato, que vas a fiestas, que eres ingeniera y que viajás por muchos lugares... Pero nunca vi una foto tuya con tu perro de ahora. ¿Por que no tenés fotos con tu perro? ¿Es feo?».

Marisol, la ingeniera, respondió: «Es que no tengo perro».

La niña dijo: «¡Eso es imposible! Yo sé que siempre voy a tener perro. Lo sé desde que nací... No puedo vivir sin perro».

La ingeniera Vasquez se quedó perpleja. Era verdad: de chica ella le juraba a todo el mundo que siempre tendría un perro. ¿Por qué se había olvidado de algo tan importante?

El chat la sacó de esos pensamientos: «Me tengo que ir, papá me llama a cenar», dijo la niña. La ingeniera solo atinó a escribir: «Chau». Y se quedó sola en la oficina, sin saber muy bien lo que había pasado.

A las cinco en punto de la tarde salió del trabajo y, en lugar de ir directo a su casa como siempre, pasó por la veterinaria del barrio y se quedó en la vidriera mirando cachorritos.

Había cuatro: un cocker, uno blanco precioso del que no conocía la raza, un salchicha con cara muy divertida y el más chiquito de todos, que la miraba por la ventana. Entró y se quedó con el último, que ni siquiera era el más caro. Volvió a su casa con el perrito en los brazos, le dio leche y le puso de nombre Blacky II.

Después se sentó en la compu, abrió su perfil de Facebook y aceptó la invitación de amistad de Marisol. Y también la buscó por el chat: «Mari, ¿estás?». Del otro lado nadie le respondió. «¿Estás, Marisol? Ya llegué a casa, y quiero contarte algo».

Del otro lado, silencio.

La ingeniera Vasquez fue a la galería de imágenes de la niña y se quedó mirando la segunda foto, en la que ella tenía diez años y con pelo revoltoso y los dientes torcidos. La miró un rato largo: era la foto que más había odiado en toda su vida. Entonces buscó el botón azul y lo apretó lo más fuerte que pudo:

«Me gusta».

Se quedó un rato embobada, sonriendo.

Después cerró la compu y se fue a jugar con su perro.



4 comentarios :

  1. Un encuentro con mi yo niño, que buena temática para este artículo. Me quedé picado y pensé que la niña respondería al final. jejejeje. Sigue así.

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  2. Igual yo pense que contestaría la niña jejeje, me gusta lo que escribes y me deja pensando muchas... cosas ,un abrazo saludos.

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