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Pitis: El eterno y gran amigo

Miguel Angel Rivas (el Pitis) Foto: Jacqueline Rivas

Miguel Ángel Rivas o “el Pitis” como cariñosamente le decíamos, transvivenció y entro en la intimidad una tarde soleada de jueves. Ya desde aquel día vive en un estado de eterna pasión y felicidad. Con su muerte se apaga una mirada, una luz y se hace el silencio. Destella el relámpago que nos permite descifrar, entre gritos y susurros, la hora del amor y también la hora de la fraterna y tierna amistad. Donde las costuras del corazón se deshilachan por la perdida del entrañable amigo. Y vienen a la memoria los recuerdos de tiempos idos, porque con él se va un pedazo de nuestras vidas. 

El Pitis era un ser humano que lo podía todo. No sé si era alguien del tiempo en que las magias eran verdaderas, o alguien que había llegado al punto culminante del proceso evolutivo. Pero su carisma humano, era tal cual dice Antoine de Saint-Exupéry en su libro el principito: “Lo esencial es invisible a los ojos y solo se ve en el corazón”. Fue así, su revelación de quienes lo conocimos en vida y que pudimos vislumbrar en él las maravillas que en su ser encerraba. 

De su amistad muchos tenemos recuerdos grandes y memorables. Sobre todo de aquellos días de infancia en la que compartimos en la colonia Costa Rica. Un lugar donde antes todo estaba prácticamente integrado, casas de tamaño mediano de colores, y donde el bienestar era generalizado. Donde los amigos y vecinos no éramos desconocidos ni contrarios, sino más bien complementarios, en la que aceptábamos ser parte y parcela de las celebraciones en familia. En la cual nos integrábamos y sentíamos en casa cuando nos asociábamos a esa sinfonía y disfonía, así como cuando comprendemos que el bombo convive con el violín, una realidad en la que entre todos había un cariño y una cordialidad que conmovía. Donde los abrazos eran de doblar las costillas y los besos de las personas de más edad hacía los niños, eran largos y sonoros. 

Fue en esa misma colonia en la que Miguel vivió su vida terrenal. Donde disfruto de los días y travesuras de niño al lado de sus grandes amigos. Recuerdo una tarde leyendo “Mi libro de oro”. Un libro de aquellos que las madres suelen utilizar como diario para relatar las vivencias de los primeros años de vida del niño, y del cual, yo tengo la gracia de tener ahora adulto. Donde, en una de sus títulos: ¿Qué es lo que más me gusta de mis días? con fecha agosto ´85, y a tinta azul apuntaba: “Me gusta salir a jugar cada tarde con mi mejor amigo Miguelito Rivas”. 

Y es que Miguel, era aquel amigo que nos hacía felices por la simple casualidad de haberse cruzado en nuestro camino. Por ejemplo: Recuerdo aquel pitis guía de lobatos del grupo scout #27, a quien se le atribuyo el nombre mítico de “Kaa” (como era usual tomar nombres de los personajes de la novela “El libro de la selva”). Así como de los días en que compartíamos las fiestas de familia en la casa de playa de mis abuelos. O de aquel pitis que cuando le regalaron una motocicleta tipo cross, anduvo de arriba abajo por toda la colonia hasta que se termino estrellando un día. Es decir, los momentos y los recuerdos que hay del pitis son interminables, y de quienes lo conocimos tienen al menos uno que le es memorable. Porque de su vida aprendimos que el existir es pura gratuidad. 

Así también, en el Pitis se revelaba una fuente secreta, que sus íntimos y amigos conocíamos y de la cual bebíamos continuamente: Su sonrisa. Y es que él era aquel amigo que siempre se regocijaba como un niño, que te animaba con su sonrisa y carisma, alguien que te invitaba a hablar y él escuchaba. Pues bien, sus palabras era una especie de llaves que daban en el ojo de nuestra cerradura y abrían algo en nuestra alma. 

Y con el pasar de los años, quizás para algunos su historia no fue del todo agradable, no fue suave ni armoniosa como las historias inventadas. Pero para quienes lo abrazamos como nuestro hermano, sabíamos, que simplemente fue el mundo quien no entendió y valoro su brillante lucidez. 

Recuerdo que una semana antes de su partida sostuvimos una conversación por medio del chat y le preguntaba: ¿Cómo estás Pitis? ¿Qué tal de tus días? Él simplemente me respondió: “Como el payaso con sonrisa, pero triste por dentro….. es natural, pero lo mejor es saludarte wicho". Y es que en verdad, todos en nuestra vida cargamos alguna cruz, a las espaldas o en el corazón. Y a veces la cruz del corazón hace sangrar más que la de las espaldas. Fue ésa misma cruz la que sintió Pitis los últimos meses debido a la muerte de su querida madre Gladis. 

Pero pasado los días y cuando miro hacia atrás, me embarga una profunda gratitud incluso por los tiempos difíciles en los que Miguel se hallaba completamente desconcertado. Porque me doy cuenta, de que su vida no habría dado los frutos que dio si todo en ella hubiera ido como la seda. Ya que fue ahí, donde consiguió una reconciliación completa con todas las cosas, con las profundidades más oscuras de su vida y con sus dimensiones más luminosas. Porque a veces se hartó de ser de un mundo que iba por veredas que no quería transitar. Y donde supo cruzar la más oscura claridad. 

Fue así que en el transitar de sus últimos días, que el pasado jueves 18 de abril, a la edad de 39 años, el Pitis busco el mar. Esa pasión sabor a luz y oleaje que tanto le apasiono de años. Ya los antiguos decían que: «vivir es navegar», hacer una travesía, corta para algunos, larga para otros. Porque toda navegación conlleva riesgos, temores y esperanzas. Pero el barco al cual nos embarcaremos es siempre atraído por un puerto que nos espera allí al otro lado. 

Fue así el viaje de nuestro querido Miguel, quien partió en su barco mar adentro. Y sus familiares y amigos desde la playa lo saludábamos y lo seguíamos. Algunos dejamos caer furtivas lágrimas porque nunca se sabe lo que puede acontecer. Pero el barco que lo conduce va alejándose lentamente. Al principio es bien visible, pero a medida que sigue su rumbo parece, a nuestros ojos, cada vez más pequeño. Al final solo es un punto. Un poco más y desaparece en el horizonte. Todos decimos: ¡Ya partió! 

Pero en realidad, no fue tragado por el mar. Está allí aunque ya no sea visible. Es como la estrella que sigue brillando aunque la nube la haya tapado. El barco al cual se embarco sigue su rumbo. 

Su barco no fue hecho para quedar anclado y estar seguro en la playa, sino para navegar, enfrentarse a las olas y llegar a su destino. Porque lo importante es saber que al otro lado hay un puerto seguro donde ya el barco está siendo esperado. Y desde ahí ven que se está aproximando. Al principio solo es un punto en el horizonte que a medida que se acerca se ve cada vez mayor. Y cuando llega es admirado en toda su dimensión. 

Los del puerto ya transvivenciados dicen: ¡Aquí está! ¡Llegó! Y van al encuentro de nuestro amigo, lo abrazan y lo besan. Pues Miguel era el hijo prodigo que esperaban con dulce extrañes, pues navegaba fuera de casa. Y se alegran porque hizo una travesía feliz. No le han preguntado por los temores que tuvo ni por los peligros que casi lo ahogaron. Lo importante es que llegó a pesar de todas las aflicciones. Miguel llegó a feliz puerto. Y ahora entre abrazos, va reconociendo rostros que le son familiares: Gladis (su madre), Jaime y su tío Osmin Olivo, Don Tulio Beltrán, su tío Gonzalo, Oscar (chajaso), y otros amigos suyos ya transvivenciados. 

Todo pasó. Pitis ya no necesita navegar más, enfrentarse a las olas y vencerlas. Ahora se alegra de estar en casa, en el Reino de la vida sin fin. Y vivir eternamente los años maravillosos en esa nueva colonia costa rica celestial que va acogiendo a los nuevos navegantes. 

Así pasa con todos los que mueren. A veces es desesperante saber en qué condiciones partieron y salieron de este mar de la vida. Pero lo decisivo es estar seguros de que llegaron, sí, de que así como nuestro entrañable Miguel realmente llegaron a feliz puerto. Y cuando llegan, caen, bienaventurados, en los brazos de infinita bondad para el abrazo infinito de la paz. 


Con especial cariño a mi eterno y gran amigo: Pitis. 

Mauricio Iraheta Olivo 
(Wicho).


De izquierda a derecha: Sabrina Rivas, Miguel Rivas (el pitis), Wicho, Laura Sofia Rivas, Jaquiline Rivas. 1983.

Así estamos sin ti:
https://www.youtube.com/watch?v=1REw1IX94zg


3 comentarios :

  1. Pitis era un alma especial.Muchos se burlaron duramente de él,porque no lo entendían,o sus almas quizás son perfectas.Era un hombre inteligente,sensible,ameno,infinitamente carismático,y siempre lo defendí porque SIGUE SIENDO MI AMIGO.
    Descansá en paz,PITIS LAJAYA.... Haceme un espacio,y nos reímos como siempre que hablábamos de todo y nada.
    Gracias por tu amistad sincera.Y como te dije unos días antes de tu partida física...NO TENGO NADA QUE RECLAMARTE POR TU VIDA.Yo tampoco soy ejemplo de vida.
    Salú,brother
    TENO

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  2. Mi hermano "sangre joven" aprendí tanto de vos, y me enorgullece tanto que me hallas considerado de tus últimos buenos amigos en la colonia! los recuerdos invaden mi mente y la tristeza es inevitable. Todas las locuras como decíamos "no seriamos tan amigo si no fuéramos tan anormales", "hago lo que hago por que una persona normal no lo haría"! a ordeñar la vaca! te admiro... y tu recuerdo vive!
    Surf!

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  3. La Verdad conocias su alma y lo has descrito como era el y como el se sentia ultimamente me has hecho llorar pero te felicito por tu articulo que descanse en paz nuestro gran amigo Pitis!!!!!!

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