Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...

El Salvador, ciertos desencantos

Niños en San Antonio Masahuat. Foto: Mauricio Iraheta


No albergo la más mínima nostalgia por gobiernos anteriores. Años de diatribas gubernamentales, de mentiras oficiales, de renuncia a la soberanía nacional. Sin embargo, tengo muchas preguntas. ¿Cómo explicar la inercia de un pueblo cuyos derechos son vilipendiados cada día? ¿Dónde y cuándo nos han robado la voz y el turno? ¿Por qué nuestra indignación no se traduce en una protesta colectiva?

Hipócrates diría que los salvadoreños se dividen hoy entre coléricos y melancólicos. Las redes digitales propagan todo tipo de odio y prejuicios. Mientras en las esferas de la Asamblea Legislativa, sus inquilinos frente al espejo se miran e hinchan el pecho aliviados, sienten el dulce beso de Narciso -no tanto por hermoso sino por poderoso- y se olvidan de reconocer que, en el fondo del espejo, hay una multitud de personas, sus electores, a quienes deben la victoria electoral y a quienes están obligados a no decepcionar.

En El Salvador la corrupción se crea como el Nescafé: instantáneo, y no a plazos, como ya nos muestra los nuevos vehículos todo terreno asignado y aprobados por los diputados y mismos propietarios. ¿Cacofonía política o nuevo estreñimiento de corrupción?

En nuestro país, la idea que se tiene comúnmente es que el dinero público no es de nadie. Es de quien primero mete la mano. Y en el caso de los políticos a ésta se le añade la inmunidad. Como bien ya bien nos a enseñado la anatomía política, la parte más sensible del cuerpo humano de un político es la bolsa. Así que ¡Viva la robadera!

Max Weber definió la modernidad como "desencanto del mundo". ¿Y nosotros, desencantados con El Salvador? Es difícil dejar atrás el pesimismo por días mejores. El panorama que se ve desde el puente no inspira confianza para adentrarnos en el futuro, y hay señales de retroceso ("¡Intervención militar ya!"). 

Freud define la melancolía como un duelo patológico derivado de la pérdida de un objeto que, en última instancia, es el yo. ¿Ha perdido la patria salvadoreña su identidad? ¿Dónde está? ¿En nuestros mercados incendiados? ¿En el maletero de una bota militar? ¿En el crecimiento del PIB? ¿En las predicciones del Bitcoin? ¿En la ceguera de la Justicia ante la corrupción?

El factor de la identidad es esencial para la autoestima. Tanto para una persona como para una nación. En el ámbito personal, muchos la buscan en la religión, en el éxito profesional, en el apego a la posición que ocupan. En el ámbito social, en la confianza de que el gobierno se compromete a reducir la desigualdad social, a mejorar la economía y a incluir a los que están en la miseria y la pobreza. Las tradiciones espirituales muestran que hay dos aspectos que se entrelazan en la vida de quienes son ejemplos de una fuerte autoestima: dar un sentido altruista a la existencia y perseguir un proyecto colectivo de justicia y paz. Son personas que han abandonado su zona de confort y han dado su vida para que otros tengan vida. Son una multitud. La mayoría son anónimos. Y son pocos los conocidos: Arnulfo Romero, Gandhi, Luther King, Mandela, Teresa de Calcuta, etc.

La felicidad de un pueblo proviene de su autoestima como nación, de su proyecto histórico, de su propuesta civilizadora. Recuperar la autoestima, presupone responder a esta pregunta: ¿qué proyecto de El Salvador queremos para las generaciones futuras?

El Portero.

No hay comentarios :

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...