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De ritos, símbolo y fiesta en familia.

En los días que conversaba en la sala familiar con mi abuelo, donde lo escuchaba contar sobre historia, literatura, personajes importantes o simplemente sobre sus días cuando era niño en su tierra natal Juayua. Sin querer buscarlo, ambos comenzábamos a estar viviendo un momento cargado de rito, fiesta y símbolo a través del dialogo y el acercamiento profundo. 

Y es que los pequeños ritos y fiestas en la familia, sobre cuyo sentido humano y social no siempre se piensa y a veces se olvida. Simbolizan la amistad y la alegría del encuentro. Del saber participar en un dialogo íntimo, común y sagrado con un ser querido. 

«Pero ¿qué es un rito?» preguntaba el Principito al zorro que lo había cautivado, en el famoso libro de A. de Saint Exupéry que lleva ese mismo título. Y el zorro respondía: «es algo muy olvidado, es lo que hace unos días diferentes de los otros días, una hora diferente de las otras horas. Entre mis cazadores hay un rito, los jueves van a bailar con las chicas del pueblo, y entonces, ¡el jueves es un día maravilloso! Yo voy a pasear hasta el viñedo. Si los cazadores bailasen un día cualquiera los días serían todos iguales y yo no tendría descanso» (p.27).

El rito es, pues, ese espacio que muchos de nosotros aguardamos para el encuentro con el otro, y que hace de la fiesta un día diferente al de los otros días. Pero solo gana fuerza expresiva si hay preparación y espera interior. Por eso el zorro aconseja al Principito: «sería mejor que vinieses siempre a la misma hora; si vinieses, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, a las tres yo ya empezaría a ser feliz… pero si vienes en cualquier momento yo no sabré jamás cómo preparar mi corazón. Es necesario el rito» (p.71).

Y es que sólo con el rito habrá fiesta porque entonces todas las cosas pierden su consistencia natural, para asumir un valor simbólico y profundamente humano. Pierden su finalidad (son inútiles) para ganar su verdadero sentido. El ruido de sus pasos no ahuyentará jamás al zorro, son como una música que le habla de la aproximación del Principito. Los trigales no le recuerdan el pan (finalidad) sino los cabellos de oro del Principito (sentido).

Es así como mis conversaciones a solas con mi abuelo sin intuirlo o saberlo a mi corta edad, se me presentaban como un sentido de rito sagrado y hermoso, cada gesto, expresión, entusiasmo y ademan con que mi abuelo Osmin relataba sus historias. Porque algo característico del rito, es que son momentos cercanos refugiados en el idioma del corazón y que siempre expresan mejor el sentido de las cosas que el lenguaje, que es «fuente de malentendidos» como comenta el zorro. Por eso el rito es tanto más expresivo cuanto más brota de la profundidad de nuestro yo, de nuestros arquetipos profundos, donde se elabora nuestra identidad personal.

Por ello todo ser humano, incluso el más secular y racional, es mítico, en el sentido de la expresión ritual y simbólica. Cuando quiere expresar lo que él mismo es, su alegría, su tristeza, su pasión, su amor no usa conceptos fríos sino metáforas o cuenta historias de vida que son los mitos reales. Por ellos, emerge el misterio de la caminada personal de cada uno, sin violarla. Los ritos y las celebraciones siempre piden seriedad y concentración. Y es tal cual como este sentimiento del rito lo encontré siempre en mi abuelo quien con su cariño, paciencia y palabras llevaba en sí mismo un profundo sentido como expresión de la alegría de estar y de divertirse juntos.

Por ello, cuán importante es que nosotros hijos, padres, hermanos, esposos y abuelos, sepamos desprendernos del hipnotismo de medios virtuales -Facebook, Whassap, novelas o partidos de fútbol- que impiden a que celebremos esos pequeños símbolos. Y mejor preparar nuestro corazón para saber cultivar y hacer brotar esas pequeñas reuniones, conversaciones o ritos con los seres que tanto amamos y precisamos. Porque esto vienen a mostrar cómo puede ser de serena y sin angustias nuestra convivencia en el hogar, especialmente cuando nos dejamos transfigurar por la presencia jovial. Tal cual niño que juega y conversa despreocupadamente con un padre o un abuelo.

Mauricio Iraheta Olivo

Mi abuelo Osmin Antonio Olivo- Enero 1987.

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