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Sencillamente vivir

Foto: Parque de las Aves, en Foz de Iguacu, Brasil.

Algunos se pueden preguntar ¿Qué se requiere para llegar a ser verdaderamente feliz? No mucho, dice el filósofo judío de la región Abraham J. Heschel. En realidad, nada que no esté ahí desde hace muchísimo tiempo. "Dios, un alma y un instante. Los tres están siempre ahí. El simple hecho de existir es una bendición; vivir, sencillamente, es santo". El rabí Heschel no era sólo un gran erudito. También era un sabio maestro de vida que sabía, con un lenguaje claro y a la vez poético, hacer ver lo realmente importante. Estaba convencido de que únicamente esas tres cosas son decisivas para una vida con sentido, y que no se requiere nada más.

Las únicas tres cosas que, a mi parecer, bastan para que la vida se logre como es debido: dejar las preocupaciones, sintonizar con uno mismo y vivir sencillamente. Estos principios o actitudes ante la vida son inseparables y se condicionan mutuamente.

Para sintonizar conmigo mismo debo dejar las preocupaciones, pues éstas tienen la rara virtud de atormentarme. Amenazan con desgarrarme. Me impiden llegar a ser uno conmigo mismo. Por eso debo deshacerme de ellas, alejarlas de mí. En alemán, Einklang (sintonía) y Einfach (sencillo) tienen la misma raíz. Se trata de lo uno y simple, del sonido uno que suena sencillamente, y del arte de hacer que muchos tonos se conviertan en uno solo. Quien unifica en sí los muchos tonos en un único sonido se ha vuelto sencillo.

Abraham Heschel dice del "vivir sencillamente" que es una bendición. ¿Qué significa esto? Más o menos, lo siguiente: quien vive sencillamente, sin segundas intenciones, es una bendición para las personas que conviven o se encuentran con él. No tiene que hacer gran cosa por los demás, ni siquiera en situaciones verdaderamente difíciles. Simplemente, está ahí, junto a quien necesita su presencia, junto al enfermo que precisa de otro. Es alguien que, sencillamente, aguanta junto a él, sin palabras hechas, sean las que sean. Se limita a estar ahí, junto al doliente desconsolado que no soporta las palabras que pretender dar esperanzas. Quien se encuentra desesperado sólo quiere tener a alguien que se limite simplemente a estar ahí, sin decir nada, sin dar explicaciones, sin presionar con falsas expectativas de que el mal y la tristeza han de mitigarse necesariamente.

Quien se limita a estar ahí, sin intereses personales de ningun tipo, es también una bendición para la creación. Está en sintonía con ella. No la utiliza para sí, no la explota. Sencillamente, "es", con la creación y en ella. En su calidad de parte de la cración, florece como esa persona única e irrepetible. Se convierte en bendición para su entorno.

Abraham Heschel atribuye a la vida sencilla otra cualidad más, que al principio nos resulta extraña: la santidad. "Vivir sencillamente es santo". Si examinamos más de cerca la palabra y su significado, entenderemos mejor lo que quiere decir. La palabra que traducimos por santo, viene de la raíz de "sano", "integro", "entero", "completo". Quien vive sencillamente no está desgarrado. Está sano y entero. Vive con todo cuanto es. Vive plenamente. La palabra latina equivalente es sactus , que viene de sancire, segregar, sustraer al mundo. Lo santo es lo que se sustrae al mundo, aquello sobre lo que el mundo no tiene poder alguno. Quien vive sencillamente está totalmente en sí. No está determinado por el mundo. Se pertenece a sí mismo y a Dios. El mundo no tiene poder sobre él. La palabra griega hagios significa algo parecido "cercado", "comodo", "placentero". En el ámbito santo del cercado me siento cómodo y protegido. Para mí, la frase "Vivir sencillamente es santo" significa: vivo completamente en el momento presente, vivo completamente en Dios, vivo completamente en la naturaleza, vivo completamente en amor. Esto me hace santo. Me libera del poder material del mundo, del poder de las pasiones e instintos mercantiles, del poder del afán desmedido de reconocimiento y éxito. Está vida sencilla tiene razón de ser en el "amor a otra persona". Allí se está "comodo". Allí me siento en casa.

Los grandes sabios de todos los tiempos, y también personas absolutamente normales con su experiencia de la vida cotidiana, han hecho llamamientos una y otra vez a la vida sencilla. En dicha clase de vida piensa Mary Jean Irion cuando escribe: "Oh día completamente normal, hazme percibir el tesoro que eres para mí. No permitas que te deje pasar en busca de una mañana perfecta y extraordinaria".

Cuando percibo este instante, en él se encuentra la plenitud. Pero cuando espero un amanecer especial o un tiempo meteorológico especialmente bueno o un paisaje maravilloso, me vuelvo ciego para percibir la belleza del instante. Vivir sencillamente el momento presente es el arte supremo de la vida. Conduce a la vida verdadera, a la gratitud en cada momento.

Es preciso la experiencia que menciona Thich Nhat Hanh, de cómo a menudo nos decimos unos a otros: "No te quedes ahí sentado sin hacer nada; ¡haz algo!". A los padres y a los maestros les gusta emplear tal frase, y también a los superiores. Una mujer de Chalatenango, que pasó su infancia en el campo me contaba que, cada vez que quería jugar, su madre le decía: "Hay demasiadas cosas que hacer. Haz esto o aquello". No podía soportar que la muchacha se limitara simplemente a estar ahí sentada disfrutando el momento. Thich Nhat Hanh aconseja, sencillamente, volver del revés esta frase tan usada y decir: "Simplemente, no hagas nada; siéntate; permanece ahí; limíitate a existir, a estar presente; disfruta del sonido de los pajaros, de las caricias del viento, de los olores de las flores; disfruta el hecho de estar completamente vivo aquí y ahora". A quien de niño oyó continuamente la primera frase y la interiorizo a lo largo de su vida, le resulta dificil permitirse estar sencillamente ahí, limitarse a vivir el instante sin hacer nada ni tener que demostrar nada.

Mauricio Iraheta Olivo.

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