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Descalzo por la vida

Jesús llamó "Bienaventurados" a quienes son "pobres en el espíritu". Pobre en el espíritu es aquel que no se aferra a nada, que está interiormente abierto y es libre, que puede disfrutar de las cosas pero no depende de lo que posee. Los griegos tenían para referrirse a esto la palabra makarios ("dichosos"), término cuyo uso, no obstante, reservaban para los dioses. Sólo los dioses, que son libres en sí mismos, que no dependen del juicio de otros, son verdaderamente dichosos. También la sabíduria del mundo sabe de esto que Jesús nos transmitió en la mencionada bienaventuranza. Un filósofo hindú lo formuló así: "Al espíritu satisfecho le pertenece toda riqueza. ¿Acaso la tierra entera no está cubierta de piel para aquel cuyos pies están calzados con unos zapatos?". Quien camina descalzo por la arena, por un prado, por un río siente con sus pies la multiplicidad de la naturaleza, y está en contacto con la esencia de todo lo que es. La piel de los zapatos nos separa del mundo. Cuanto más gruesa sea la piel de nuestros zapatos, tanto mayor es la distancia que se interpone entre nuestros sentidos y las palpitaciones de la tierra. Lo que tenemos nos separa del ser. Ser pobre y estar vacío, estar abierto y ser libre, saber amar de una forma sincera y bondadosa, saber ver, escuchar y sentir, nos pone en contacto con el mundo, asi como al amar de una forma bondadosa y sincera, nos pone en contacto con la otra persona. Por tanto, lo que nos pertenece realmente no es lo que tenemos, sino lo que tocamos con nuestros sentidos y nuestro corazón.

Mauricio Iraheta Olivo

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