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Sudáfrica: “Entre el futbol y la pobreza”


Para muchos en el mundo, cuando se escucha hablar de África, parecen tener la visión de un “continente perdido” o de un rincón de selva olvidado e irremediablemente moribundo de nuestra aldea global, con un cierto acertijo al pasado y presente de los desastres humanos y naturales. Mas se olvida, que fue ahí donde la aventura de la hominización dio inicio, hace cerca de siete millones de años. Se aceleró pasando por el Homo hábilis, erectus, neandertalense, hasta llegar al primate superior el homo sapiens, hace cerca de cien mil años. De África, éste se propagó hacia Asia, hace sesenta mil años, hacia Europa, hace cuarenta mil años, y para las Américas, hace treinta mil años. Creando así civilizaciones y Estados-naciones.

África no es sólo el lugar de los orígenes. Es el arquetipo primordial, el conjunto de las marcas, impresas en el alma del ser humano, presentes todavía hoy como informaciones indelebles a semejanza de aquellas inscritas en nuestro código genético. Fue en África donde el ser humano elaboró sus primeras sensaciones, donde se articularon las crecientes conexiones neuronales, donde brillaron los primeros pensamientos, y emergió la complejidad social que permitió el surgimiento del lenguaje y de la cultura. Por ello, hay un espíritu de África, presente en cada uno de los seres humanos alrededor del mundo.

Después de este breve andar por la historia del nacimiento de nuestra humanidad, el mundo vuelve su mirada a África -por tan solo un mes-, cuando comience uno de los acontecimientos más esperados por muchos “la copa mundial de futbol”. Esta vez, siendo la primera en su historia que se realiza en un país africano, “Sudáfrica”. Convirtiéndolo, en un nuevo lugar de peregrinaje y de estadios consagrados santuarios para la liturgia del gol y la vuvuzela. Y donde seguramente de dos a tres mil millones de personas estarán viendo el juego en las pantallas de sus televisores. Pudiendo ser este hecho considerado uno entre tantos espectáculos multitudinarios, como las exequias de la princesa Diana o los funerales solemnes del Papa Juan Pablo II.

Hablar del mundial de futbol, es hablar de la única religión que no tiene ateos, y que conserva su vigencia, convirtiéndolo en uno de los negocios más lucrativos a escala internacional, que gracias a los grandes medios de comunicación y “socios”: Adidas, Nike, Coca-Cola, Sony, Visa, Hyundai, Mcdonalds, Budweiser, Hemirates Airlines- se constituye en el pan y circo de la era global. El campeonato se ha descrito como una fiesta para todo el continente y una enorme oportunidad para Sudáfrica. Pero para muchos sudafricanos la Copa del Mundo es un sueño distante. Donde más allá del glamur del campeonato hay una país pobre y peligroso. De millones de personas que viven en la pobreza y donde el 19 por ciento de los sudafricanos de entre 15 y 49 años tienen el VIH. Y ni hablar de los habitantes pobres, que sobreviven con salarios paupérrimos, con hijos desnutridos que en la mayoría de los casos abandonan la escuela por no contar con los medios para continuar estudiando. La BBC señalaba que en Sudáfrica se cometen 50 asesinatos por día. Son 18.000 asesinatos por año y otros 18.000 intentos de homicidio. Destaca el caso de la ciudad de Johannesburgo, considerado como una de las ciudades del mundo con mayor nivel de criminalidad. En los últimos meses, sin embargo, las autoridades locales y nacionales están llevando a cabo una serie de medidas para cambiar esta tendencia. Y para mostrar una imagen positiva al mundo durante el Mundial de futbol.

Éste es un país donde sorprenden los niveles de riqueza y pobreza puestos de forma contigua. La Copa del Mundo, lejos de ayudar a cambiar esta situación es sólo una lupa que amplifica todos los defectos de este sistema post-apartheid. Pero es que Sudáfrica es, desde el año pasado, el país más desigual del mundo y es imposible que a ningún visitante mínimamente curioso se le escape el contraste entre los hoteles de cinco estrellas y los inmensos barrios de chabolas de cartón y lata. Actualmente, son muchos los que han alzado las voces en denuncian que el Mundial ha acentuado aún más estas desigualdades en vez de, como prometía el Gobierno, desarrollar el país y ayudar a la gente a salir de la pobreza.

Según algunos datos ofrecidos por Pravin Gordhan, Ministro sudafricano de Economía, del 2,5% de crecimiento del PIB calculado para 2010 un 0,5 estará relacionado directamente con la organización del evento futbolístico. Pero para mucho africanos, el mundial se ha convertido en una excusa formidable para imponer planes que refuerzan el modelo de desarrollo neoliberal, teniendo consecuencias desastrosas para los más vulnerables, privatizando los centros de las grandes ciudades en beneficio de una economía globalizada que excluye a una mayoría de las personas humildes. Expulsando a miles de “sin techo” hacia zonas periféricas alejadas de la vista de los visitantes, queriendo esconder la pobreza como si fuera polvo que se barre bajo la alfombra. Para no mostrar al mundo la verdadera Sudáfrica negra, donde el 20% de las familias más ricas concentran el 62% de los ingresos a nivel nacional, mientras que el 40% más pobre de la población total araña apenas el 10%. Y cuatro de cada diez sudafricanos viven con menos de 2 dólares diarios –frontera del concepto de la pobreza según las Naciones Unidas-. Y que desde 1990 a la actualidad la esperanza de vida media de sus habitantes descendió de 62 a 51 años.

La FIFA anuncio que para este evento, otorgará 420 millones de dólares a las selecciones participantes, como también a los clubes que ceden los jugadores. 30 millones serán para el campeón del torneo, mientras que los equipos que lleguen tan sólo a la fase de grupos (la primera ronda) percibirán 8 millones de dólares cada uno. Pero me pregunto, ¿Es esta la verdadera religiosidad de nuestros pueblos? ¿Acaso no es colmar a los hambrientos de bienes y despedir a los ricos sin nada, tal como lo dice el Magníficat? (Lucas 1:52-53).

Mientras para algunos, el mundial es una especie de cosmovisión en 3D para soltar palabrotas liberadoras del gol y de conmemoraciones de cerveza. Para otros, el pueblo hijo de Mandela, nacidos de tierra negra abonada con sangre de héroes y mártires, es un acontecimiento para continuar evangélicamente insurreccionado, para construir esa visión subversiva del verdadero Reino de Dios –por la Igualdad, por la Paz y por la Vida- por la comida, por la vivienda, por la tierra, por el respeto a la naturaleza y todos los derechos mínimos que merece cada niño, joven y anciano de este gran pueblo sudafricano.

Mauricio Iraheta.

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