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Celebraciones de cumpleaños


Pide un deseo antes de soplargritan a coro todos sus amigos.
Luciendo un cono de colores por sombrero, el niño miró a su alrededor con la esperanza de encontrar el deseo perfecto. Pero lo que vio fue su deseo soñado: un círculo de rostros y sonrisas que había recibido como regalo!

Y es que los cumpleaños son siempre un manojo de historias sobre los cuales nadie reclama derechos de autor. Debajo de cada regalo, de cada globo, de cada piñata, pastel, bolsa de dulces, abrazo y soplo de velas, se esconde un verso. Cada celebración esta colmado de rostros, algunos opacos, otros, tan transparentes que ni el tiempo puede opacarlos. Porque los cumpleaños pasan y algunos lo sentimos en la saliva, cada vez más espeso. Constatando que, por una vez, la acumulación de velas es algo serio, tan serio que nos va cambiando la factura del rostro.

En los tiempos en que fui niño capitalino, días de fundamental vaguedad, amante de mis días en que desde mi solida acera, o sea desde mi trono infinito, pasaba mirando los colores irrecuperables del cielo. Fue cuando descubrí, que la metafísica no es más que una rama de la infancia fantástica, un simple conjuro naciente de la bolsa de dulces y el soplo de velas. Un viaje de escalas infinitas, en que se nos revela el exterior y la intimidad de nuestras sumas, digamos el milímetro de universo que nos tóco por suerte vivir. Y donde en cada aniversario cumplido, nos encontramos con el muchacho o el vejestorio que lleva nuestro nombre. 

Por ejemplo, en las celebraciones de cumpleaños, fuimos muchos los testigos del desfile de guerreros a ojos vendados y garrote en mano, que asumieron con el alma el desafío sube-baja y zaz de piñata. Donde los optimistas a coro del ¡Dale, dale, dale, dale, dale! Vimos batirse a uno y otro valiente, hasta que el anfitrión de pinta y peluca hacía entrega del bastión al Quijote salvador. Quien con su golpe abría pasó a la lluvia de caramelos, gritos y enredo de manos al piso para llenarse el bolsillo de dulces, sorpresas y poesía. Mientras pocos notaban la escena del goliat vencedor, quien tras cumplir su labor con éxito, se retiraba al exilio con palo al hombro a disfrutar de su espacio y de su Gloria. 

Y es que la mayoría de cumpleaños son un lego de memorias. Un archivo alucinante, colmado de fiesta, payasos, sonrisas, piñata, rostros, amores, sorpresas. Que como no los guardamos por orden alfabético, casi siempre nos cuesta bastante reecontrarnos con esas menudencias de recuerdos. Sin embargo, uno suele olvidarse de los regalos pero no de los personajes. Estos perduran más que la trama novelesca o el ritmo de los poemas. En ocasiones, el nombre del primer payaso en nuestra fiesta no siempre queda en la memoria, pero en cambio su bufonada sí penetra en el alma del cumpleañero y sus amigos. Y a medida que se avanza en velas y festejos, uno va encontrando personajes de amigos leales a los que uno propina un abrazo que se llena de cariño, y también hay las atractivas bocas femeninas de las que uno recibe un beso acaramelado.

En las celebraciones, están por ejemplo, los personajes que palpitan, ríen, te abrazan, besan, los que siempre esperaban con ansías tu fiesta. Los siempre fieles a los trazos lineales del tiempo, y que uno los va acomodando en el archivo del corazón. Algunos son eternos y otros humo o son niebla o celaje en nuestras remembranzas. 

Pero siempre hay personajes de abuelos, padres y hermanos que se asoman y nos sorprenden, como pájaro que se desliza por el cielo, entran por las hendijas de nuestra alma. 

Hay otros personajes que son un pozo de tristezas. Los hay tan melancólicos que nos contagian su melancolía; tan agradables que los aplaudimos con nuestro abrazo. Tan inocentes que los miramos con escepticismo, y tan malignos que nos espantan el corazón. Hay personajes invidentes que nos reconocen con las manos y otros delirantes que nos envenenan la celebración. Hay personajes cristalinos y otros irremediablemente oscuros. Hay los risueños que se refugian en verso y los que te desean la lluvia y las estrellas. Los que mendigan y los que derrochan afecto como dulce agua en cántaro, y que hacen de nuestro corazón mas vivaz.

Y es que a veces, a medida que avanzamos en suma de velas, sin querer, el recuerdo nos topa al hombro suavemente, y al darnos la vuelta nos sonríe. Entonces nos damos cuenta, que los personajes y celebraciones, las viejas y las nuevas, ¡son hermosos confetis de vida! Que quedaron enredados por siempre, en las hebras de nuestro corazón.

Mauricio Iraheta Olivo

Les comparto imágenes de esas celebraciones en mi familia.

Marzo de 1972
Noviembre de 1971
14 de marzo de 1989
17 de julio de 1990
Noviembre de 1971
10 de diciembre de 1992.
10 de diciembre de 1992
Abuelita Estela y Wicho, 17 de julio de 1983.


10 de diciembre de 1992

10 de diciembre de 1992
Tío Oscar y wicho, 17 de julio 1983
Jaime Olivo y Mauricio Iraheta, 10 de diciembre de 1992.
17 de julio de 1983.

10 de diciembre 1992
Lidice Lorena y wicho, 17 de julio 1983
10 de diciembre de 1992
10 de diciembre de 1992
Mi familia 17 de julio 2005



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