brama un juicio infinito
nunca sabré que espero de él
ni que conjuro deja en mis tobillos."
Mario Benedetti
Sumergido en estos recuerdos debo despertar de pronto. Es el recuerdo del mar. Escribo en San Diego, en la costa, cerca del puerto de La Libertad. Recién se han calmado las olas que azotan al litoral. El atardecer se ilumina y asume un oro oscuro; se va transformando en un naranjo marino con follaje, frescura y sombra, esplendor de fruta con dedales de oro. Las palmeras tratan de calcar su reflejo, de amaranto y el amarillo, el carmín y el cobalto, el verde y el purpureo. Así cumple la playa su escenario místico y esplendoroso.
San Diego es un pequeño mundo de playa, abandonado, sin razón y sin tiempo, como carta de amor que alguna vez quedo en el fondo de una gaveta y que la destinataria nunca mas volvió a leer. Tal vez en estos dominios secretos, en esta alma de playa, quedaron guardadas para siempre la perdida soberanía de una ola, la tormenta, la sal, el tihuacal y el mar que zumba y parpadea con un sonido incomunicable, un movimiento solitario que paso a ser harina y espuma de los sueños.
La verdad es que he vivido muchos de mis primeros años, tal vez de mis segundos y de mis terceros, como una especie de sordomudo, con los codos apoyados en la arena y los pies descalzos enterrados en esta costa. Y no hay nada que se iguale a la noche en esta playa! Donde un punto del planeta se ilumina, diminuto, en el universo vacío. Palpitan sus luciérnagas y el croar de las ranas. En las puertas del cielo, la esperma nocturna del verano se ilumina con estrellas, que dejan caer como desmayo un diamante de sus patas perdidas, una pulga de su pellejo distante.
Un escenario armonioso y tanto espiritual, en que moreno y primerizo, fui amorosamente revolcado y besado por la cresta de ola. Rincón donde mi abuelo cimento una casita de familia. Espacio que ahora envuelto con su chal de soledad se ven deambular pichiches, ecos y festejos, chin-chin de vasos y chapuzones hechos bomba. Sobre el jardín los brotes de marañon, jocote y mangar yacen bronceados panza arriba. De vez en cuando y de noche, el estoraque peina sus cabellos. Los cocoteros imitan el balanceo de hamacas y el olor a barbacoa gravita entre sus ramas. Mientras tanto al fondo, en sala y paredes, resuena la carcajada contagiosa del tío. Quien en su treintava vez viendo "los tres garcía", guarda la misma primicia de intriga y pasión, donde entre imitaciones y ademanes los garcía se transfiguran en cuatro.
Este es un sitio de la costa que tiene sangre en las silabas. Que años lejanos! Reconstruirlos es como si el sonido de las olas que ahora escucho entraran intermitentemente dentro de mí, a veces arrullándome para dormirme, otras veces con el brusco centello de una espada. Les comparto algunas imagenes sin cronología, tal como estas olas que van y vienen.
San Diego es un pequeño mundo de playa, abandonado, sin razón y sin tiempo, como carta de amor que alguna vez quedo en el fondo de una gaveta y que la destinataria nunca mas volvió a leer. Tal vez en estos dominios secretos, en esta alma de playa, quedaron guardadas para siempre la perdida soberanía de una ola, la tormenta, la sal, el tihuacal y el mar que zumba y parpadea con un sonido incomunicable, un movimiento solitario que paso a ser harina y espuma de los sueños.
La verdad es que he vivido muchos de mis primeros años, tal vez de mis segundos y de mis terceros, como una especie de sordomudo, con los codos apoyados en la arena y los pies descalzos enterrados en esta costa. Y no hay nada que se iguale a la noche en esta playa! Donde un punto del planeta se ilumina, diminuto, en el universo vacío. Palpitan sus luciérnagas y el croar de las ranas. En las puertas del cielo, la esperma nocturna del verano se ilumina con estrellas, que dejan caer como desmayo un diamante de sus patas perdidas, una pulga de su pellejo distante.
Un escenario armonioso y tanto espiritual, en que moreno y primerizo, fui amorosamente revolcado y besado por la cresta de ola. Rincón donde mi abuelo cimento una casita de familia. Espacio que ahora envuelto con su chal de soledad se ven deambular pichiches, ecos y festejos, chin-chin de vasos y chapuzones hechos bomba. Sobre el jardín los brotes de marañon, jocote y mangar yacen bronceados panza arriba. De vez en cuando y de noche, el estoraque peina sus cabellos. Los cocoteros imitan el balanceo de hamacas y el olor a barbacoa gravita entre sus ramas. Mientras tanto al fondo, en sala y paredes, resuena la carcajada contagiosa del tío. Quien en su treintava vez viendo "los tres garcía", guarda la misma primicia de intriga y pasión, donde entre imitaciones y ademanes los garcía se transfiguran en cuatro.
Este es un sitio de la costa que tiene sangre en las silabas. Que años lejanos! Reconstruirlos es como si el sonido de las olas que ahora escucho entraran intermitentemente dentro de mí, a veces arrullándome para dormirme, otras veces con el brusco centello de una espada. Les comparto algunas imagenes sin cronología, tal como estas olas que van y vienen.
Mauricio Iraheta Olivo
Atardecer en San Diego -año 2015 |
Mangos |
Pichiches |
Mi madre Lidice Lorena junto a tío Oscar -1973.
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Los hermanos Jaime Ramón Olivo y Lidice Lorena Olivo -1977. |
Mi madre Lidice Lorena- 1973 |
Mi hermano Carlos Alberto- 1992 |
El dúo de siempre a compás de humo y barbacoa Jaime Ramón Olivo y Francisco Oviedo - 1993. |
Wicho -año 1993 |
Mi abuelo Osmin Antonio Olivo y atrás sosteniendo la hamaca wicho - 1984 |
Mi abuelo y sus nietos -año 1999 |
Jaime Ramon Olivo junto a su madre María Estela Olivo quien festeja sus 50 años de edad - año 1993 |
Tihuacales |
Mi bisabuela Romelia Avila y su hijo Manuel Isidro -1993 |
Rommel Olivo (tito) y Wicho - 1986 |
Charlotte en San Diego- 2011 |
Hermanos: Wicho y Carlos Alberto -San Diego 2011. |
Atardecer en San Diego - 2015. |
Charlotte San Diego - 2013 |
Joe y Jr. |
Primos Eduardo Antonio, Carlos Alberto y Jaime Eduardo. |
Mi bisabuelo junto con sus hijos - año 1949 |
Los hermanos Rommel Olivo y Boris Olivo - año 1984. |
María Estela Olivo, tía Teresita, Karen, Osmin Antonio Olivo y Mamá Carmen.- San Diego 1998. |
Osmin Antonio junto a su padre Osmin Antonio Olivo- año 1970. |
Atardecer en San Diego - 2015 |
Charlotte San Diego -2011 |
Atardecer en San Diego -2015 |
Wicho San Diego - 2013 |
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