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Cuando se habla del legado a los hijos hay quien inmediatamente piensa en dinero. Está bien que los padres quieran hacer algunos ahorros pensando en el futuro de sus herederos. Pero… habrá que tener mucho cuidado. Porque no es dinero lo que un hijo espera principalmente de sus padres, aunque no sepa expresarlo. Es amor, amistad, apoyo y sobre todo ejemplo de vida. Thomas Mann decía que un buen ejemplo es el mejor legado de los padres a los hijos.

Aunque los padres, zarandeados por la rueda de la fortuna, dejen a sus descendientes gruesas fortunas, éstas no debieran ser el principal legado. Nada más peligroso para un joven que centrar su autoestima en la cuenta bancaria o en el patrimonio familiar. Es el camino mejor para volverse arrogante, prejuiciado y vulnerable a las drogas. Al primer revés, el heredero se irá al abismo, por no estar preparado para enfrentar la realidad.

Quien no se siente valorado subjetivamente corre el peligro de querer alimentar su autoestima a través de valores financieros y patrimoniales. El tener suplantando al Ser. Como el deseo tiene hambre de infinito, el tamaño de la ambición suele tener la medida de la profundidad de la frustración. En la Roma antigua los filósofos aconsejaban considerar lo necesario como suficiente. Un sabio consejo para saber lidiar con la avasalladora pulsión consumista que asola a muchos jóvenes en El Salvador.

La educación ética debiera ser el principal legado a los hijos. Y ésta proviene del ejemplo de los padres. Éstos deben escoger: ¿infundir en los hijos actitudes de competitividad o de solidaridad? Alguna vez leí un artículo del profesor Milton Santos, de la Universidad de Sao Paulo, que enfatiza la importancia de perseguir los bienes infinitos, no sólo los finitos. Esta advertencia cobra especial importancia en este país desimbolizado, desencantado, en que vivimos, donde se carece de apertura a los valores trascendentales.

En su Metafísica de las costumbres, advierte Kant: "Todo tiene o precio o dignidad. Lo que tiene precio puede ser sustituido por su equivalente; al contrario, lo que no tiene precio, ni por tanto equivalente, es lo que tiene dignidad". En otras palabras, el saludable orgullo de ser ético se contrapone a la miserable satisfacción de ser astuto.

Un niño no debe ser orientado al consumo sino al aprendizaje, a los juegos y fantasías. Un joven será tanto más ciudadano cuanto más se le inculquen esperanzas altruistas, ideales, sentido de vida y utopías.

Todo niño es mimetista. Si sus padres dicen que toda persona merece respeto y al mismo tiempo tratan a la doméstica como esclava del hogar, con seguridad que el hijo hará lo mismo cuando sea adulto. Y lo mismo en lo tocante a la preservación o degradación ambiental.

Actualmente va adquiriendo fuerza un desorden entre lo que se ve y lo que se quiere. Hay multitud de jóvenes que sólo les apetece un lugar al sol, sin darse cuenta de las espesas sombras que les tapan el horizonte.

El legado moral consiste en evitar que el joven se haga prejuiciado, mentiroso, envidioso, y sepa tratar a cada ser humano con pleno respeto a su dignidad y a sus derechos. Sobre todo, que tenga espíritu crítico y disposición de hacer el mundo menos desigual y más justo.

Por ejemplo ¿Cómo vamos a quejarnos por el hijo obeso si los padres se llenan en la mesa, engullendo azúcares y grasas saturadas? Por ley natural los padres mueren o transviven antes que sus descendientes. Pregúntense: ¿qué imagen dejarán ustedes en la memoria de sus hijos? Acuérdense de sus propios padres y abuelos. ¿Qué legados positivos y negativos grabaron ellos en su memoria afectiva? ¿Dejaron nostalgias?

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