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Los días en una barbería

Barbería Salmerón ubicada en barrio Santa Anita, San Salvador. Foto: Charlotte Hubert.

Desconozco si en algún momento alguien sea, sicólogo o científico social, se tomo la molestia de investigar la sicología que se vive en algunas barberías. 

Desde mi infancia hasta parte de mi adolescencia fui cliente de Salmeron, un barbero del barrio Santa Anita en San Salvador. Un gran tipo que a la fecha todavía se dedica al arte del corte de cabello. Bajo, moreno, un dechado de paciencia y de sonrisas. Extendía unos cojines al asiento de la silla roja (forrada de auténtico cuero), para poner la cabeza del niño al alcance de su ágil tijera. Y quien siempre le preguntaba al infante una vez terminado el corte ¿Quiere que le pongamos saliva de perico? (gelatina) y ¿baba de cocodrilo? (loción). En fin, aquella barbería para un niño no era un lugar donde solo te cortaban el cabello, sino también, un escenario donde al lado de las revistas de memin y una coca cola, te resultaba ameno escuchar la conversación de los adultos. 

En aquellos días, mi abuelo y tíos maternos siempre dejaban su pelambrera al cuidado de Salmeron. Recuerdo muy bien de aquella fama que gano el ágil barbero por haberle dado un corte al expresidente norteamericano Richard Nixon en su visita por el país. Desde entonces, aquella fotografía ilustre del periódico era plasmada al lado del espejo central para que los clientes pudieran apreciarla junto al dibujo de su corte. 

Por ejemplo, algo que siempre me maravillo de niño era aquel ritual de afeite de barba que hacía salmerón a los adultos. Incluso mostrándome envidioso de no contar con tal abundante alambrera en mí rostro y así formar parte del rito. Siempre permanecía silencioso, perplejo, como esperando que me explicarán el significado de todo aquello; como aguardando ese turno que nunca llegaría, balanceando las piernas y con las manos apoyadas en la silla, esperando que alguien me descifrará ese maravilloso acertijo del barbero. 

Va a llover, decía el de la barba. Sí, por el aspecto del cielo parece que viene agua, murmura el barbero con la brocha de afeitar en la mano. Quien acomodando la cabeza del cliente a una medición de 45°, comenzaba al estilo Jackson Pollock los brochasos delicados en círculo blanco. Acto seguido afirma el que está preparado para que le rasuren parte del cuello: Ya no hay quien aguante este gobierno. Por el aspecto de momento no va a caer ni una gota de agua. Con la navaja afilada el profesional reduce dos centímetros y reafirma: por donde yo vivo pronto va a faltar el agua hasta para beber. Y así continuaba hasta finalizar con la loción en el rostro del cliente. 

Sin duda, en esos días la barbería se asemejaba a un lugar donde los sabios se retiran. Un comentario por aquí, una observación por allá, y así seguían las conversaciones en tanto la lluvia de cabellos cortados iban oscureciendo el paño. 

Barbería Salmeron. Foto: Charlotte Hubert
También pude notar como Salmerón era siempre un conciliador nato. Con voz pausada, mientras deslizaba el peine, hacía bailar la tijera, e iba sacándole al cliente a compas de navaja sobre la espuma ciertos comentarios y confidencias. 

En Salmeron por ejemplo, no era fácil descubrir dos cosas: de qué equipo es fanático y qué partido político prefería. Se sentará un greñudo y otro, abrigados por el paño blanco, pero, digan lo que digan, el profesional nunca contradecía. 

Por ejemplo nunca vi un altercado en la peluquería por discordancias políticas. ¡Por suerte, dada la abundancia de tijeras y navajas que había allí! Con el fútbol pasaba lo mismo: el peluquero casi siempre iba a favor del equipo del cliente. Tiene usted razón, el Alianza se precipitó al dejar ir a Curbelo. ¡Sí, doctor, nosotros los del Firpo estábamos mejor los días en que jugaba Raúl Toro! 

Había otra dimensión, ésta sí, que podría haber sido un plato apetecible para los sicólogos. Es la secreta motivación que llevaba a muchos clientes al acolchado sillón móvil. Había un conocido que cada mañana iba a la barbería. Un día le pregunté si era la pereza la que le impedía arreglar su barba. Felizmente casado, padre de varios hijos, sin embargo ni dudó en decirme: voy a la barbería porque me hace bien el cariño del barbero. Y añadió: no me malinterprete. Esas manos suaves, la nube de espuma con las pasadas de la brocha, el perfume, todo ello me hace recordar el tiempo de mi niñez, cuando mi padre me ponía en su cuello y con el revés de las manos me acariciaba la cara. ¿Qué mujer tiene la paciencia para hacer algo así? 

Otro conocido, resplandeciente calvo, con unos cuantos pelitos entre las orejas y la nuca, me hizo esta confidencia cuando le pregunté por qué iba cada semana a la barbería. Disfruto sentándome en la silla, sintiéndome abrazado por el paño blanco, recorriendo con la mirada las revistas antiguas, escuchando el leve ruido metálico de la tijera cortando un pelito acá y otro allá, con la navaja dejando reluciente el cuero cabelludo y finalmente la sacudida de los pelos cortados, y el rociado de la colonia a ritmo de aplausos en el cuello y mejías. 

En mi última visita a la barbería, Salmeron a manera de confesión me decía, que los días ya no eran como los de antes. Ya muchos de sus clientes se han mudado a otra ciudad o a otra vida. La mayoría de sus fieles sobrepasan los 50´s. Luego de su confesión, trato de explicarle quien era yo preguntándole si se recordaba de mi abuelo y tíos quienes frecuentaban de sus servicios. Y me exclamaba: “Pero claro, claro…..me recuerdo muy bien de ellos, al principio mucho antes de tener la barbería, iba a la casa de su abuelo para cortarle el pelo a él y sus hijos pequeños, me recuerdo también de su esposa a quien con cariño yo le llamaba: La morenaza”. ¡Pero qué alegría volver a verlo por acá! Me exclamaba el barbero. Ya pensaba: “Que curioso que un joven nos visite sobretodo hoy cuando muchos prefieren ir a esos nuevos salones de belleza”. Entonces, -me pregunta- “¿Y cómo va querer el pato bravo el día de hoy?”. Y yo sin poder contenerme la risa le digo: “Bueno…. ahora preferiré la francesa oscura. Eso sí, con mucha saliva de perico y baba de cocodrilo”. Él sin poder dejar de soltar una enorme carcajeada a mí comentario dice: “¡Vaya ya hacía mucho que un cliente no me lo pedía, es hasta hoy que me doy cuenta cuanto lo extrañaba........no se preocupe que para un cliente siempre lo mejor”!. 

Disfrutando del corte de pelo de Salmeron Foto: Charlotte Hubert.
Fue así, como aquella tarde y en aquel pequeño salón me encuentro nuevamente sentado en el sillón rojo de cuero –esta vez sin la ayuda de los dos cojines para estar a su alcance- revestido de sábana blanca y papel al cuello, donde el profesional echa andar el sonido y la danza a compas de tijera y peine. Cuando en el mismo azar va sacándome confidencias e interrogantes sobre el estado de mí familia, tíos y abuela.


De izquierda a derecha Jaime Ramón Olivo, Romel Olivo y Salmerón. Casa de mis abuelos en Colonia Costa Rica, año 1977.

Mauricio Iraheta Olivo.




11 comentarios :

  1. La cultura del barbero ya somos pocos los q acudimos.... Te felicito por tan excelente remembranza

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  2. Agradezco tu tiempo, tus palabras, las fotos, es una sorpresa encontrar esto en la web, y definitivamente me llena de un gran orgullo ser hijo de este hombre, este peluquero y barbero, este padre mio que mas que eso es mi heroe.

    muchas gracias.

    atte.
    Edgar José Salmerón

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  4. No se como agradecer tus palabras, siendo hijo de Salmerón, que más que un peluquero ha sido y será siempre mi heroe, sé que mucha gente lo estima y lo aprecia en este barrio que lo vio desarrollarse en este oficio casi olvidado, pero escuchar o en este caso leer de mi padre en este blog, me deja mas claro aun la mas vieja de sus enseñanzas, en lo que sea que trabajes o te dediques, se siempre el mejor, me decia y me sigue diciendo, el predica con el ejemplo, y por eso lo amo como a nada en este mundo.

    gracias por dedicar un tiempo en escribir de mi padre, y por compartir la foto de mi padre y tu familia.

    Saludos.

    Atte.
    Edgar José Salmerón (hijo)

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    Respuestas
    1. Edgar,
      Que inesperado y hermoso ha sido recibir este mensaje tuyo. Me alegra mucho que hayas podido leer este pequeño articulo sobre tu padre de quien mi familia y yo guardamos lindos recuerdos. En mi próxima visita a la barbería espero llevarle impreso este breve pensamiento y fotografías. Un gusto poder conocerte!
      Mauricio,

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  5. Fernando Orellana15/2/15 11:51 a. m.

    Estimado sr. Salmeron

    desde que lo conozco se que es un hombre pasivo y sereno que a pesar de las adversidades ha sabido salir adelante, sus consejos trascienden de la barberia pues aunque nunca tuve el privilegio de sentarme en su silla como cliente, le he escuchado desde mi infancia mi admiracion y respeto para usted en tan loable labor

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    Respuestas
    1. Gracias Fernando por tu comentario. Espero que este articulo sea el impulso que te brinde a sentarte en el sillón rojo.

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  6. Que hermoso saber que todavía hay personas llenas de luz en el mundo como el sr. Salmeron

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  7. Edgar Darío Salmerón16/2/15 9:08 a. m.

    Buen día, Mauricio - Antes que nada, debo darte las ENORMES gracias por dedicarle unas palabras en tu articulo y blog, a una persona que ha dedicado su tiempo, labor al servicio y sobre todo a los "cabellos" de muchos, entre salvadoreños y extranjeros, que seguramente los que tengan la oportunidad de leerte comprenderán la confianza de "entregarle" la responsabilidad al experto en el corte de cabello.
    Salmerón, como cariñosa y respetuosamente le llaman algunos, es la persona que con filosofía de vida, ejemplo, cariño y templanza nos ha enseñado a propios y extraños, las palabras mas grandes y sabias, aquel que con paciencia escucha y que desinteresadamente brinda un consejo. El que habla de todo, historia, política, futbol, juventud actual... en fin, miles de temas en conversación que suelen estar el tiempo en espera, en esa silla roja de cuero o en aquellas conversaciones de adultos que se suelen escuchar, así como las canciones que se escuchan los famosos sábados y domingos en radio nacional.
    Yo, un fiel cliente de la Peluquería Salmerón, no dejo de sorprenderme de lo mucho que sabe y enseña y cuantas personas lo conocen, pero sobre todo cuanto ha entregado a su servicio, familia y comunidad.
    " no importa en lo que trabajes o te dediques, se siempre el mejor", siguen siendo palabras que llevo impregnadas en mi vida. Gracias nuevamente por dedicarle unas palabras a mi Padre, mi Héroe y mi Amigo.

    Paz y Bien
    Atte. Edgar Darío Salmerón Campillo.

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    Respuestas
    1. Creo que lo que has escrito es la mejor descripción que se puede hacer de tu padre.
      Gracias Edgar!
      Un abrazo,

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