Es probable que, en los 191 años transcurridos desde la independencia centroamericana hasta nuestros días, los salvadoreños no hayan conocido un período tan desprovisto de utopías como el actual. Es por ello que olvidemos por un momento nuestra visión normal de las cosas e intentemos hacer una lectura de nuestra crisis actual en el marco de nuestro tiempo. Tal vez así la entendamos mejor, la relativicemos y ganemos altura en función de la esperanza.
Muchas personas de clase media alta y alta en el país dirán “Pobreza es la de África” y “Violencia es la de medio Oriente”; pero aquí, en El Salvador nos encontramos con algo similar si no peor a estos dos escenarios y donde la realidad supera a la ficción. Y donde la historia y perspectiva, desde las grandes mayorías para el orden actual del país es un orden en desorden, producido y mantenido por las fuerzas y empresas que se benefician de él, aumentando su poder y sus ganancias.
Y si durante todo el siglo XX, los Estados Unidos manejó a su antojo sus vínculos con El Salvador, el XXI comienza con un poderío aún más incontrastable. No sólo seguirá queriendo producir riqueza y seguir consolidando poder y control a través de sus bases militares en el país. Sino que basta hoy día con apretar el botón de la televisión o del computador para inyectarse de la cultura occidental y donde la vida se despliega ante los ojos infantiles en lo que ella tiene de más sórdido: los rambos justicieros por encima de la ley; la teleprostitución donde nos proyectan, venden e inyectan el modelo o prototipo a seguir para desenvolvernos con éxito en la sociedad; los ratoncitos que rugen ante la boca del león, haciendo de la tragedia humana un elogio de la disputa del mercado; los programas de horas picos repletos de vacío, arrancando aplausos a la ridiculización del ser humano.
Actualmente la gran mayoría de los salvadoreños están homogenizados en gustos, ideas, en consumo, en valores, conforme a un solo tipo cultura (occidental), de relaciones (virtuales), de música (rock), de comida (fast food), de lengua (ingles), de modo de producción (mercado capitalista), de desarrollo (material). Donde muchos terminan convirtiéndose evangelizados y fieles dependientes por este sistema, el cual ha ido mal, y que nos ha destruido y expoliado bastante. Es por eso y mas, que El Salvador no puede continuar muriéndose a medio vivir, porque potencialmente cuenta con un valor humano rico y creativo, sin embargo, muchos están desocupados, con hambre, con incultura, con miseria moral y miseria fisiológica.
Pero tampoco es un secreto que el gobierno y el político salvadoreño durante décadas ha estado arrastrando los pies en cuanto los asuntos de seguridad y bienestar social para los más desfavorecidos del país. Donde la brecha entre el sector rico y pobre ha crecido hasta convertirse en un abismo sin precedentes. Ejemplo de ello, es el caso del acceso a los alimentos, donde la situación se agrava. Doña Yamileth, quien reside en el cantón Cocapayo, ubicado en el municipio de Suchitoto, comenta como en su comunidad desde hace meses soportan problemas con las cosechas, al punto de que han optado por estrategias de supervivencia “uno-cero-uno” para niños y “cero-cero-uno” para adultos. La ecuación representa las tres ingestas diarias. Uno es comer y cero es no ingerir nada. Los hijos de doña Yamileth desayunan, no almuerzan y luego comen algo en la noche. Ella y su esposo lo hacen una vez al día, en la noche. “¡Pero fíjese como algunas veces nos gana el hambre, por ejemplo hace dos días, cuando estaba sola con mi hija de 3 años tuve que matar de una pedrada al torogoz que solía pasearse atrás de la casa para al final cocinarlo” – decía Yamileth- “¡O la otra vez que sin querer dejamos las tortillas sobre la mesa y al día siguiente encontramos aquel migajero regado por los ratones en el suelo…..pero no quedo mas que lavarlo y cocinarlo, porque acá no podemos darnos el lujo de botar la comida!. Esta y miles de historias son las que se viven y repiten en el diario vivir de muchas comunidades en El Salvador. Y como bien decía Gramsci: “El pueblo tienen las vivencias, pero muchas veces no comprende su situación”.
Sin embargo para muchos políticos y empresarios, sentados en sus escritorios y oficinas climatizadas hacen caso omiso a las verdades y realidades que adolece el país -pobreza, analfabetismo, enfermedades, embarazos prematuros y desnutrición- las mismas que tienden a quedar en el invisible por parte de los medios des-informantes. Sin duda vamos marchando bien hacia el precipicio. Malcolm X tenía razón cuando advirtió: “Si no tenéis cuidado, los periódicos os convencerán de que la culpa de los problemas sociales es de los oprimidos y no de los opresores”.
Es claro que ninguno de nosotros escogió la familia en que nació. Si no padecemos necesidades básicas es por mero azar de la lotería biológica. En El Salvador, de cada tres nacidos vivos, dos ven la luz en la pobreza o en la miseria. Por eso, nuestra condición de vida digna no debiera ser enfocada como un privilegio sino como una deuda social. Es injusto que exista la lotería biológica en donde muchos tengan que refugiarse en la economía informal y la migración. También es preocupante constatar que en nuestro país el alcoholismo se inicia hacia los 12 años y aumenta su consumo en la franja inferior a los 16 años. Mientras otros están expuestos a la publicidad invasiva e implacable de alimentos de bajo o de ningún valor nutricional, ricos en grasa, azúcar o sal.
Ya nuestro teólogo mártir Ellacuría propugnaba «la civilización de la pobreza» De la cual si continuamos haciendo del lucro a cualquier costo la pauta de la economía, seguirán creciendo el hambre, la miseria, la violencia, la depredación. Por ello el problema número 1 de El Salvador no es económico, es ético. Porque perdimos la visión del bien común, de pueblo, de nación, de civilización. El capitalismo nos ha infundido la noción perversa de que la acumulación de riqueza es un derecho y que el consumo de lo superfluo una necesidad.
Usted conoce el cono del helado: se coloca la bola encima y cuando se derrite se derrama un poco del helado por la parte inferior. Al comer el final del cono la punta inferior suele estar seca, sin helado.
Pues algo parecido es la distribución de la riqueza en El Salvador. Por ello no podemos esperar que las utopías caigan del cielo, ni aceptar que la felicidad es proporcional al nivel de consumo. Pero las ideas sólo toman fuerza cuando se materializan en la acción de las masas, decía Lenín. La injusticia estructural que, como decía Bartolome de las Casas, hace a la población de América Latina morir antes de tiempo, indica que las utopías no sólo tienen futuro, sino que también se tornan necesarias y urgentes. Pero no se encontrarán en ningún estante de supermercado. Surgirán en la medida en que los empobrecidos se vuelvan artífices de cambios hacia un futuro mejor.
Mauricio Iraheta Olivo.
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