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El Dean Brakley que yo conocí

P. Dean Brakley SJ

Conocí a Dean Brakley cuando él trabajaba como catedrático del departamento de teología de la UCA. Hombre de mil actividades, dotado de profundo sentido crítico y de profunda pasión en cada una de sus cátedras teológicas, tenía el don de dialogar con cualquier persona, de cualquier nivel. Figura muy carismática, era ejemplo de que la vida activa y contemplativa caminan juntas. Abrió las puertas de su corazón que notaban una espiritualidad amorosa, interiorizada, alegre, que se alcanza a través de la meditación, del silencio, de la renuncia a todo lo que nos aliena y a lo superfluo, de la confianza en que Dios nos ama apasionada e incondicionalmente. 

Ingresó a la Compañía de Jesús a los 18 años, pero su caso de amor con Dios se reveló una vez mas como una gran pasión veinticinco años después, en 1989, al sentirse llamado en ofrecerse de trabajar en El Salvador luego del asesinato de los seis sacerdotes jesuitas y sus dos colaboradoras en la UCA. 

Una de las grandes revoluciones obradas por Dean en El Salvador fue precisamente invertir los polos, donde con su trabajo y espiritualidad nos mostró que no son nuestros méritos los que nos hacen más próximos a Dios, sino nuestra capacidad de hacernos más próximos a nuestros semejantes y de abrirnos al amor gratuito de Dios. 

Sin duda con su muerte se apago una mirada, una luz, el relámpago que nos permite descifrar, entre gritos y susurros, la hora del amor y también la hora del lobo.

Donde muchos al mirar El Salvador no lo hacemos de igual manera. Depende de los lentes que nos ponemos delante de los ojos. Hay ojos límpidos que encubren diabólicos visionarios; otros, sombríos, conservan una aguda lucidez. La miopía, antes de ser una anomalía del globo ocular, es una deformación de la mente. Sólo se conoce bien a una persona cuando se desvela su óptica de las cosas. 

Por eso el paso de Dean en El Salvador con su carisma y trabajar, dejo muy bien abiertos los ojos de quien lo conocimos, siempre fijando a un El Salvador más en la Tierra que en el cielo, más en el ser humano que en el divino, más en los misterios del alma y del descifrar el por qué en las incongruencias de las desigualdades sociales del país, y quien hizo de la subjetividad la materia prima de sus homilías, donde muchas veces pronunciaba su indignación ante la realidad vivida por la corrupción, violencia, pobreza y exclusión, muchas veces paralizada por la indiferencia y el miedo, y que se esconde en ese silencio amargo que nos impide saborear lo que la vida tiene de mejor para los salvadoreños. 

Nacido en Nueva York y cariñosamente llamado por algunos como “Marine de Dios”, tras la acción y corazón de Dean siempre se escondían y revelaba aquel hermano, amigo, profesor, jesuita y humano. Quien con su vivencia y convivencia con los más desfavorecidos, troco el veneno (injusticias, opresión y odio) en savia. 

Dean Brakley siempre dispuesto por naturaleza a la humildad y el amor, transvivencio y entro en la intimidad de las Tres Divinas Personas un día soleado de domingo a las 11:00 a.m. y ya desde ese día vive en permanente estado de pasión y felicidad indescriptible junto a Romero y sus hermanos mártires. 

Mauricio Iraheta Olivo.

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