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Facundo Cabral



Parece increíble. Mataron a Facundo Cabral. Al trovador de prosa libre y libertaria, al cantautor que sobrevivió una infancia de penurias, la cárcel, los interminables días de la dictadura. Un sobreviviente. Lo mataron así no más, a sangre fría, 16 tiros. Unos simples sicarios. Con clarividencia, en una entrevista dada en México en Septiembre del año pasado, dijo sobre el sicariato: “Pendejos siempre hubo. Y existe el secuestro y el narcotráfico porque hay pendejos que no tienen cojones para vivir la vida y prefieren asesinar". Lo asesinaron cobardemente, en una calle de Ciudad de Guatemala llamada, paradójicamente, Liberación. Varios presidentes (entre ellos el ultraderechista colombiano Juan Manuel Santos) salieron a expresar sus condolencias. Cosa curiosa, pues Cabral nunca se llevó muy bien con los presidentes. Con ninguno. En esa misma entrevista dijo “Soy un anarquista, que es algo peor que un comunista. Por eso, nunca he votado, jamás me he involucrado en la política, porque divide y yo me alejo de lo que divide. Nadie, ningún político va a venir a cambiar la realidad nuestra".

Y sin embargo, con su guitarra, esa “máquina para matar fascistas” como diría el trovador norteamericano Woody Guthrie, hizo política la mejor parte de su vida. Política buena, la sacude la indiferencia, la que despierta conciencias, la que nos hace darnos cuenta que no estamos solos en el mundo, la que rima con solidaridad, la que nos llama a ponernos de pie y enfrentar al poderoso. Ese era Cabral, el niño analfabeto de la calle, que hizo escuela en la cárcel, que no conoció padre… ese corazón prodigioso que en lugar de endurecerse como el mármol con las dificultades de la vida, se enterneció y adquirió esa comprensión de las insondables profundidades del ser humano que caracterizó su obra.

¿Quién mató a Cabral? Esa es la pregunta que todos se hacen. Fueron los sicarios, dicen unos. El narco, dicen otros. Una bala perdida, se escucha de los más cínicos. Una nueva víctima de Guatemala, un “Estado fallido” vociferanban los periódicos argentinos. Pero quién en verdad mató a Cabral, fueron los mismos a los que él cantó sus prosas de crítica social.

¿Quién mató a Cabral? Los mismos que mutilaron y asesinaron al trovador chileno Víctor Jara.

¿Quién mató a Cabral? Los mismos que asesinan sindicalistas en Guatemala, país que ocupa el récord de sindicalistas asesinados. 16 sindicalistas fueron asesinados el 2009. 10 en el 2010. Y este año ya van por lo menos 5.

¿Quién mató a Cabral? Los mismos que asesinaron salvajemente a unas 600 mujeres solamente el 2010.

¿Quién mató a Cabral? Los mismos que asesinan a cientos de campesinos mayas todos los años para despojarlos de sus tierras. Los mismos que desplazan a miles más para dar paso a la minería y los agronegocios.

¿Quién mató a Cabral? Los mismos que, luego de graduarse de la Escuela de las Américas, asesinaron a más de 250.000 guatemaltecos, desaparecieron a más de 500.000, torturaron y vejaron a millones durante la guerra civil, desde finales de la década de 1950 hasta 1996. Y siguen matando…

¿Quién mató a Cabral? Los mismos que, teniendo los medios para acabar con la miseria, condenan a decenas de miles de guatemaltecos a la más brutal y sáduca de las muertes: a la muerte por hambre, a la muerte por carencias de todo tipo.

Acá no hay un misterio por resolver. Los que asesinaron a Cabral fueron los ricos, los poderosos, la oligarquía, los capitalistas, los imperialistas, de todos los pelajes, que han construido un “Estado fallido” a su gusto en Guatemala, y lo han hecho con la generosa contribución de Washington, sin ningún contrapeso desde la rendición de la insurgencia en 1996. Son ellos los que alimentan a las bandas de sicarios como ayer alimentaron a los escuadrones de la muerte. Esas bandas actúan con la total impunidad que les otorga el ejército y la policía, debidamente entrenados y adoctrinados por los EEUU en la era de la barbarie contrainsurgente.

Las notas de prensa arrojan una cortina de humo sobre Guatemala, como si la violencia se redujera a una mera cuestión de narcos y mafias. “El primer narcoestado de América Latina” según la Nación de Argentina. “Un país gobernado por los Zetas”, dicen otros diarios, olvidándose que el control oligárquico en Guatemala es férreo, y que en realidad el territorio completo es gobernado por empresas trasnacionales que hacen y deshacen con las comunidades. ¿Con quién está aliado el narco? ¿Quién mantiene a los sicarios? ¿A quiénes matan las balas de la mafia? ¿Qué intereses se benefician y amasan riquezas con esta violencia?

Cuando se comiencen a hacer estas preguntas seriamente, tal vez logren encontrar la respuesta a la pregunta que todos hoy nos hacemos: ¿Quién mató a Cabral?

Junto a tantos otros trovadores de canto libre, como Víctor Jara, Mercedes Sosa, y como tantos otros unicornios azules cuyo canto es una cadena sin comienzo ni final, donde en cada eslabón se encuentra el canto de los demás.

Me gustaria terminar con este pequeño poema, que resume uno de los cantos que alguna vez sonaron por la guitarra de Cabral.

“…….Queda prohibido echar a alguien de menos sin
alegrarte, olvidar sus ojos, su risa,
todo porque sus caminos han dejado de abrazarse,
olvidar su pasado y pagarlo con su presente.
Queda prohibido no intentar comprender a las personas,
pensar que sus vidas valen mas que la tuya,
no saber que cada uno tiene su camino y su dicha.
Queda prohibido no crear tu historia,
no tener un momento para la gente que te necesita,
no comprender que lo que la vida te da, también te lo quita.
Queda prohibido no buscar tu felicidad,
no vivir tu vida con una actitud positiva,
no pensar en que podemos ser mejores,
no sentir que sin ti este mundo no sería igual. “
                                                                 
                                                                Pablo Neruda.

Mauricio Iraheta

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