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Maras y Pandillas de El Salvador



La solución del problema de las maras en El Salvador, implica la construcción de una nueva sociedad con nuevas ciudadanías quitando desigualdades espantosas como las que tenemos hoy día, quitando toda la precariedad social que estamos viviendo. Buscar su solución es, necesariamente, buscarle soluciones en el campo político-social y no abordarlas sólo como un proceso criminal. En todo caso, si pensamos en soluciones, hay que saber que esos son procesos muy complejos y, fundamentalmente, muy largos. La violencia está cada vez más metida en nuestras formas culturales, con toda una gran producción mediática que apunta más a fortalecerla en vez de criticarla, con medios de comunicación desinformantes, distractores, que hacen de ella algo casi trivial, normal, cotidiano. La violencia crece, de eso no caben dudas. Y la juventud es siempre el segmento de la sociedad que más pone el cuerpo en ese asunto. Siempre, en cualquier contexto histórico y cultural, la juventud es la que más se encuentra envuelta en el tema de la violencia, la que más la padece. Pero la violencia está instalada entre todos nosotros, de maneras explícitas, donde las maras ya pasaron a ser parte de nuestros paisajes sociales, sobre todo en las comunidades y colonias más pobres y perpetuamente violentadas de El Salvador. Incluso, pareciera, que ciertos poderes las utilizan, las aprovechan.

Es muy importante señalar que las maras no son consideradas enemigos del Estado, en tanto todos los movimientos revolucionarios que actuaron algunas décadas atrás fueron barridos como enemigos del Estado. No son un elemento de cambio, de contestación, una propuesta de transformación del Estado, y por tanto de las estructuras sociales. En todo caso, son un producto que evidencia lo fallido de esos Estados. Con todo esto el resultado es, por un lado, que las poblaciones vivan aterrorizadas, pero por otro, que reaccionen como gobiernos anteriores de derecha, pidiendo medidas extremas de militarización, de mano dura, de respuestas contundentes para terminar con eso que aparece como flagelo imparable. Ahora bien, si se dieran esas respuestas nuevamente de línea dura, ¿cómo se haría una guerra contra la mara? ¿Sitiando los barrios pobres y bombardeándolos, o disparando indiscriminadamente contra cualquier joven que transite por estos lugares? Por supuesto que no, pero esa división irreconciliable es la que crea este modelo social que vivimos, dividiendo a los grupos, enloqueciéndonos a todos, peleándonos entre nosotros mismos, pidiendo más violencia. Hay que tener claro que una cosa es seguridad, en el sentido de las garantías mínimas para vivir socialmente en forma medianamente armónica, y otra es represión.

Mauricio Iraheta Olivo.

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