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Mauricio Funes abusa de nuestra paciencia

Mauricio Funes

"¿Hasta cuándo, Mauricio Funes seguirás abusando de nuestra paciencia?", quien haya podido seguir el reciente discurso pronunciado en la Asamblea General de las Naciones Unidas se preguntara: "¿Qué gobierno es el que en realidad esta administrando? ¿En que país del mundo mantiene sus sentidos?”. En su intervención subrayo que El Salvador es un claro ejemplo de democracia joven para la resolución de conflictos y que con la alternancia después de 20 años de gobierno, se ha dado paso a un nuevo movimiento renovador para el estado de derecho y funciones de la democracia. 

Pero ha olvidado decir que la actual administración ha llevado a cabo una revolución salvadoreña en el sentido contrario: Incapaz de realizar transformaciones que reestructuren la vida de un país de manera adecuada a sus necesidades más generales y profundas, y a las aspiraciones de la gran masa de su población…. algo que lleve la vida del país por un nuevo rumbo. ¿Por cuánto tiempo más todavía se va a burlar de nosotros con esa locura suya de maquillar la realidad? ¿A qué extremos va a llegar su audacia sin freno? Es necesario que diga que las transformaciones no han ocurrido, que las necesidades más básicas de comer, vivir, trabajar, estudiar y tener luz y salud no han sido, en gran parte, satisfechas por aquellos salvadoreños que mas lo necesitan. Que su administración ha dado un viejo rumbo a nuestro país, un rumbo que confiere la dignidad siempre negada a las grandes mayorías. Que traiciono a la promesa de la que muchos creyeron en erradicar la violencia y de poner el acento en lo social. Su actuación ha sido tan impactante que será considerado como sus predecesores gobernantes, que se revisten de bellas palabras y de propuestas ilusorias pero fundamentalmente neoliberales y no-populares, que ha permitido la actuación libre del capital privado nacional, articulado con el mundial y el cual ha logrado preservar el poder económico de las minorías y elites del estado a la cual el mismo hoy se ha sumado. 

Igualmente hizo referencia de que luego de cinco meses de conflicto institucional entre la sala constitucional y asamblea legislativa del país, está encontró una feliz solución, que la cifra de asesinatos se ha reducido en 3,8% por día, que la administración del gobierno se ha basado en: “Con el pueblo todo y sin el pueblo nada”. Y que a base del dialogo se puede solucionar conflictos. Sin duda esa ha sida un escenario y una visión de país propia nada más desde la silla presidencial y no de nuestro pueblo salvadoreño. 

Pero me pregunto "y ahora, ¿qué vida lleva Mauricio Funes?” Acaso no ha notado de que El Salvador se esta haciendo cada vez más pequeño. Que no necesitamos de los sueños visionarios de los medios des-informante porque tenemos los hechos ante nuestros ojos. Es claro que ni la violencia en las calles, ni el desempleo de miles de jóvenes, ni las extorsiones en hogares y negocios, ni las violaciones hacia niñas y mujeres, ni la corrupción tan protegida por algunos políticos, ni el endeudamiento del estado que pone en riesgo la pensión de muchos jubilados, ni el hacinamiento y precariedad que se vive en cárceles, ni el hambre y trabajo infantil que acampan en los campos y barrios, ni los secuestros, ni el temor de muchos salvadoreños al hacer uso del transporte colectivo, ni la precariedad que se vive en hospitales y escuelas publicas, ni los toque de queda a manos de pandillas que controlan barrios de Apopa, Soyapango, Ilopango y San Salvador ¿nada de eso ha conseguido perturbarle? ¿Podrá algo de lo anteriormente mencionado lograr que de su brazo a torcer y admitir sus desaciertos? 

Sin lugar a dudas estuvo totalmente ausente en su discurso admitir que las reglas del juego continúan preservando el poder económico de las minorías y elites del estado. Y que las consecuencias de seguir su proyecto político coloco la nación por debajo del mercado, sin conceder una posición central a lo social-popular, consiguiendo con ello desintegrar a miles y miles de personas, hoy condenadas a la exclusión y a morir antes de tiempo. Y gracias a las obligaciones que ha asumido por la macroeconomía neoliberal, sometiéndonos a los dictámenes provenientes del FMI, del Banco Mundial, BID y de otras instancias que dirigen el curso de la globalización económica. Nos cerró el camino propio, y ahora nuevamente nos ha puesto en jaque con la propia reproducción del sistema del capital. 

Sin duda el destino de El Salvador dentro de esa opción, está más pendiente de las megafuerzas que controlan el mercado mundial que de las decisiones políticas de los salvadoreños. Perpetuando así políticas pobres para los pobres y ricas para los ricos. Donde las políticas sociales no pasan de migajas. Y que los portadores del proyecto neoliberal son sectores ligados a las élites económico-financieras, modernas en el estilo de vida pero conservadoras en el pensamiento, los representantes de las multinacionales con sede en nuestro país y las fuerzas políticas de la modernización tecnológica sin transformaciones sociales. 

Pero lo más grave en su discurso, fue la solicitud hacia el gobierno de Estados Unidos para el apoyo en el control del narcotráfico en el país, sin duda una pronunciación para “El exterminador del futuro”, que nos muestra un escenario tenebroso que posee una función anticipatoria y que despierta peligrosamente los demonios que nos habitan. 

A muchos de nosotros la historia nos ha demostrado que el futuro está del lado de los sueños, no de cualquier sueño, sino del sueño que se traduce en historia. Y que se caracteriza por la “confianza en la capacidad humana de evolucionar hacia formas superiores de convivencia” y que acoge “el reto mayor y más bello, el de humanizarse”.

Esa utopía posible se puede construir entre todos los salvadoreños, mediante el diálogo permanente, la solidaridad a partir de abajo y la ética de la com-pasión con los miles y miles de salvadoreños que padecen miseria y hambre. Por ello es necesario predicar la única revolución posible en este tiempo que vive el país, la anclada no en ideologías o en las políticas convencionales, sino en una coalición de fuerzas éticas y morales, coalición fundada en la sensibilidad humanitaria y en la inteligencia emocional, es decir, en aquellas dimensiones que movilizan a las personas y las lleva a cambios efectivos. Porque el verdadero camino de la paz es la lucha, sin tregua, contra cualquier injusticia, una guerra de la que todos debemos salir vencedores.

Mauricio Iraheta Olivo 



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