Llegan los 4 números del año.
Son como 4 pájaros felices.
Sesientan en un hilo
contra el tiempo desnudo.
Pero, ahora
no cantan.
Devoraron el trigo, combatieron
aquel verano
y corola a corola no quedó
sino este largo espacio.
Ahora que tú llegas de visita,
antigua amiga, amor, niña invisible,
te ruego que te sientes
otra vez
en la hierba.
Ahora me parece
que cambió tu cabeza.
¿Por qué
para venir
cubriste con ceniza
la cabellera de carbón valiente
que desplegué en mis manos, en el frío
de las estrellas de Chalatenango?
¿En dónde están tus ojos?
¿Por qué te has puesto esta mirada estrecha
para mirarme si yo soy el mismo?
¿Dónde dejaste tu cuerpo de oro?
¿Qué pasó con tus manos entreabiertas
y su fosforecencia de jazmín?
Pola
entra en mi casa, mira el mar conmigo.
Una a una olas
gastaron nuestras vidas
y se rompía no sólo la espuma,
sino que las cerezas,
los pies,
los labios
de la edad cristalina.
Adiós, ahora te ruego
que regreses
a tu silla de ambar
en la luna,
vuelve a la madreselva del balcón,
regresa a la imagen ardiente,
acomoda tus ojos
a los ojos
aquellos,
lentamente dirígete
al retrato
radiante,
entra en él
hasta el fondo,
en su sonrisa,
y mírame
con su inmovilidad, hasta que yo
vuelva a verte
desde aquél,
desde entonces,
desde el que fui en tu corazón florido.
Mauricio Iraheta.
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