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El arrepentimiento de la muerte

Dolor que camina en las entrañas, con sus pies afilados y sus huellas sigilosas, arrastrándose y persiguiendo la sombra de una agonía.

Dolor que se esfuma, dolor que se esconde, dolor que acompaña y dolor que enseña. Fue el desvío y descontrol del movimiento, de un solo, movimiento. Los parpados cubrieron la mirada y la sorpresa asusto al craquelado vidrio, donde el piloto estremeció su reacción.

Los segundos veloces corrieron hacia el momento, donde se aproxima una nube que no deja actuar a la urgencia. Pero vuelve en sí y ya es tiempo de avisar. La espalda se dobla y las yemas de los cinco hermanos lo sujetan. La columna y los pulmones, una perfecta balanza implorando a su respaldo. Enseguida la cabellera siente frío, y un reptil escalofriante se desliza por el rostro. El pensamiento se aturde: ¡Bendita Lluvia!
Los bailarines que limpian al craquelado, se esfuerzan por continuar, pero ya no tienen ritmo ni rutina, los hermanos los detienen y les llega un adiós. Acude a la pierna drogada del esqueleto, que tiende fuera del producto, dejando esa carnosa ancla flotando en la inundación, provocante del estruendo.

Percatándose de la ocasión, ¡No es Agua Bendita! Y los que observan rápidamente son cubiertos por una drástica tinta roja. El pánico entra en acción. Las que reflejan las cutículas, están bañadas por esa tinta, infeliz por su inauguración. La ayuda acude despavorida, acercándose a la vulnerabilidad del acontecimiento. La noche se vuelve pálida y el ámbito se llena de culpa y perdón.

La bella muerte, es un ángel. Donde estuvo de pie la obscuridad, mientras ordenaba al sereno vigilar como un furioso guardián. Cuida a las cuatro ruedas, donde aún la esperanza y el milagro van. Las paredes blancas y curanderos ponen sus manos a trabajar y sus latidos comienzan a agitarse. Así que la noticia sospecha y habla, la gravedad probablemente no aparezca. Pero la máquina humana tiembla. Porque se ven lágrimas congeladas, un corazón saludando a un infarto, unos labios secos como el viento, una piel esterilizada y unos gestos atacándose. Un semblante es retado por exámenes de la tecnología, el tiempo espera y la autoridad aguarda.

No se sabe si enmudecer o manifestar un shock. Disminuye la angustia, pero el reloj pide arreglos inmediatos.

Un silencio y un color melón, pronto acobijan los cansados y frustrados esqueletos que reposan en un colchón. Un colchón de recuerdos ajenos y propios por el momento. ¿Qué hace un suspiro con una boca sin lengua? Solo alumbra la meticulosa luz. Una voz interna no se quiere detener, las dudas no quieren dormir. Solo le queda honrar a la prudencia de una compasión.

El cráneo, el cerebro, los nervios, las venas, los órganos, la sangre, los poros, el alma, el espíritu. El sistema increíble y magnifico. Y sin rodeos una idea, una imagen, un deseo y posiblemente un sentimiento, desvía la intranquilidad y atrae una paz.

Es algo… qué es… Por supuesto, solo eso puede ser. Gracias Dios mío… ahora sé que es.
Es la oportunidad de vivir nuevamente.

Sophia Logan.

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