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Mundial de futbol

Fuente: Revista Carta a las Iglesias, UCA El Salvador.

Este año el mundo vuelve su mirada a Brasil, cuando comience uno de los acontecimientos más esperados por muchos “la copa mundial de futbol”. Siendo la segunda en su historia que se lleva a cabo en este país desde la última celebrada en 1950. Convirtiéndolo, en un nuevo destino de peregrinaje y de estadios consagrados santuarios para la liturgia del gol y la samba. 

Hablar del mundial de futbol, es hablar de la única religión que no tiene ateos, y que conserva su vigencia, convirtiéndolo en uno de los negocios más lucrativos a escala internacional, que gracias a los grandes medios de comunicación y “socios”: Adidas, Coca-Cola, Sony, Visa, Hyundai, Mcdonalds, Budweiser, se constituye en el pan y circo de la era global. El campeonato se ha descrito como una fiesta y una enorme oportunidad para Brasil. Pero para muchos brasileños la Copa del Mundo sigue siendo un sueño distante.

Si bien es cierto, Brasil en los últimos años ha mejorado en cantidad por otra parte ha perdido en calidad. El Índice de Desarrollo Humano (IDH) de 5.565 municipios brasileños, divulgado en 2013, subió el 47.5% en los últimos veinte años. A su vez, el país mejoró en longevidad, en crecimiento de la renta de la población y en la educación. En veinte años la vida promedio del brasileño pasó de 64.7 años a 73.9. La renta creció 14.2%; una ganancia de US$ 160.

Pero no conviene olvidar que si hay diez gallinas y diez personas, eso no significa que haya una gallina por persona. Una de las personas podría ser la dueña de nueve gallinas. En Brasil la distribución de la renta sigue siendo de las peores del mundo. Donde el 65% de la riqueza nacional se concentra en manos del 10% de la población. Donde datos revelan que Brasil es la cuarta fortuna mundial en paraísos fiscales: US$ 520.000 millones, un tercio del presupuesto del país, es dinero ocultado. Y donde hay cerca de 25 mil personas sometidas a trabajo esclavo, especialmente en los estados de la Amazonía, cuyo despale, provocado por el agronegocio y la explotación depredadora hecha por expresas mineras, no cesa de privar a la selva de su exuberancia natural.

Brasil 2014, es el mundial más caro de todos los tiempos. Ya la FIFA ha anunciado que para este evento, otorgará 576 millones de dólares a las selecciones participantes, como también a los clubes que ceden los jugadores. 35 millones serán para el campeón del torneo, mientras que los equipos que lleguen tan sólo a la fase de grupos (la primera ronda) percibirán 8 millones de dólares cada uno. Pero más allá del glamur del campeonato hay un país pobre, donde es imposible que a ningún visitante mínimamente curioso se le escape el contraste entre los hoteles de cinco estrellas y los inmensos barrios de favelas a su alrededor.

Un mundial de futbol, donde los estadios se están construyendo de forma precaria (ahí están los desmayos y las muertes de operarios); se presupuestaron las obras por lo bajo (inicialmente se calcularon 22 billones de reales y ya alcanzaron los 30 billones); la ley seca en los estadios fue revocada por presión de las cerveceras aliadas con la FIFA; Los vendedores informales han criticado también la exigencia del “Territorio FIFA” por crear un perímetro de dos kilómetros en torno a los estadios del Mundial, en el que "sólo podrán ser vendidas mercancías de empresas asociadas a ella". 

También es importante señalar que la educación es el gran clavo de la calidad Brasil. Donde el 85.2% de los jóvenes la valora como una prioridad. Considerando que el gobierno federal ya no puede continuar, en materia de educación, a pasos de escuela de baile, uno adelante y dos atrás. Es urgente –declaran algunos profesores- dedicar al menos el 10% del PIB a la educación, al incremento de la enseñanza profesional y al rescate de la escuela pública gratuita, a tiempo completo y de calidad.

Sin embargo, ya bien sabemos que partidos políticos son, como el Estado, un mal necesario. Si es cierto que muchos traicionan sus orígenes y discursos, otros chapotean en la corrupción, establecen alianzas promiscuas. Es así como el gobierno federal ha vacilado, o mejor, oscila entre permanecer como rehén de la promiscua alianza consagrada y servil ante los intereses de la FIFA del "toma aquí, invierte allá”, excluyendo las reformas por las que clama la nación hace años y como respuesta apenas escucha promesas que nunca se hacen realidad.

Algunos políticos, como el diputado y exfutbolista Romario de Souza Farías, asegura que el Mundial "no será de los brasileños", pues la mayoría de las entradas "han sido vendidas anticipadamente" en Europa, Asia o Estados Unidos, con lo que la población local será marginada "de su propia fiesta".

Sin embargo ya algunos de los grandes medios locales miran a Brasil con prejuicios. Resaltando que acabó el fútbol arte, los efectos de Didi, los regates de Tostão, las carreras de Vavá, los goles de Pelé y el baile de Garrincha. Concluyendo que son el país del fútbol, del carnaval y de las mulatas. Un país donde el brasileño rico prefiere llevar a sus hijos a Disneylandia que a la Amazonía. Y que sus favelas son pintadas y no curadas.

Es así como se nos presenta el mundial Brasil 2014, donde para algunos es una especie de cosmovisión en 3D para soltar palabrotas liberadoras del gol y de conmemoraciones con cerveza. Mientras para otros, el pueblo de Chico Méndez, Don Hélder Câmara, Dorothy Stang y Pedro Casaldáliga, es una tierra negra abonada con sangre de héroes y mártires, donde se debe continuar evangélicamente insurreccionado, para construir esa visión subversiva del verdadero Reino de Dios –por la Igualdad, por la Paz y por la Vida- por la comida, por la vivienda, por la tierra, por el respeto a la naturaleza y todos los derechos mínimos que merece cada niño, joven y anciano del gran pueblo brasileño.

Mauricio Iraheta Olivo.

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