gota a gota
voy saboreando
el rocío violeta de tus labios,
claros,
oscuros,
dulces,
cuando la noche se cruza,
acaricio tu desnudez
con mi mirar,
y suavemente,
voy royendo los misterios
deshojando con mis labios,
la miel latente
de tus senos pezón rosa,
donde yendo y viniendo
mi boca encuentra la tuya.
Y tibiamente comienza la lucha,
mordiéndose con los labios,
apoyando apenas la lengua en los dientes
jugando en los recintos de tu sabor,
donde un aire de luciérnaga va y viene,
con un perfume viejo y un silencio.
Entonces mis manos
buscan hundirse,
en la hiedra dorada de tu pelo,
acariciar lentamente,
los girasoles que habitan
en la profundidad de tu enredo.
Y mientras nos besamos,
la boca se llena de flores y peces,
de movimientos vivos,
de fragancias oscuras.
Y si nos mordemos el dolor es dulce,
y si nos ahogamos en un breve
y terrible absorber simultaneo de aliento,
esa instantánea muerte es bella.
Y hay una sola saliva,
y un solo sabor a fruta madura,
que transmigra los labios a la noche
en tu piel blanca,
espuma,
carne de coco,
blanda,
delicada,
que palpita en la fosforescencia de tus ojos,
de tu ovillo París
que se mezcla en mi piel
panela,
sedienta,
al aura de los pétalos de mar,
y ninfas que habitan en tu corazón.
A mi lindo amor Charlotte.
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