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Inyección Cultural

La inyección de cultura occidental se da cuando me mantengo pegado al televisor y a un videojuego tratando de matar figuras virtuales. Como bien lo anima el Grand Thief Auto (el gran robo de autos), considerado hoy en día como el videojuego más venido, donde el jugador roba, mata y es perseguido por militares y FBI.

La inyección de cultura occidental se da cuando me siento a gusto en la mesa posmoderna, compartiendo el mismo refresco y la misma hamburguesa de grasa saturada.

La inyección de cultura occidental, es cuando a los 21 años simulo ser Clint Eastwood y puedo comprar una Glock 9 mm. y algunos cargadores extras que me permita disparar mas de 30 tiros sin cesar como Jared Loughner en Tucson Arizona.

La inyección de cultura occidental se da cuando mi hermano puede ir a la guerra en Afganistan, así como mi padre lo hizo en Irak y mi abuelo en Vietnam.

Sin duda, la elección de un presidente negro no ha cesado con la inyección de cultura occidental facista que busca controlar por todos los medios y sentidos a paises de America Latina, Medio Oriente y Africa. Actualmente, muchos de los países ricos de Occidente, donde su democracía se basa en la dictadura del Señor dinero, sin principios más que intereses. Los mismo que desde años, acusan a Cuba de ser una dictadura que no respeta los derechos humanos por no querer admitir el caracter humanista y socialista de los objetivos de aquella Revolución encabezada por Camilo Cinfuegos, Ernesto Guevara, Raul y Fidel Castro. Revolución que resiste y palpita desde hace más de 50 años a las agresiones del mayor bloqueo económico y bélico de la historia de la humanidad.

Sin embargo se aplaude y se le canta a China, vistiendo la vista gorda contra el régimen esclavócrata de la fiel mano de obra barata, cuna de la fabrica donde todo lo que, en Occidente, exigiria pagar salarios más altos, reduciendo de esta manera el margen de ganancia de las empresas occidentales. Innumerables productos inyectados en nuestros mercados, que aunque llevan marcas originarias de Occidente, son "made in China". Así tambien, hoy para algunos gobiernos como EE.UU., Reino Unido, Francia y Alemania, el hecho de que un dictador como Hosni Mubarak ocupara durante 30 años el poder en Egipto no tenía la menor importancia. Mientras sirviera a los intereses geopolíticos en una región explosiva. Valió para Mubarak lo que John Foster Dulles decía del dictador Anastasio Somoza, de Nicaragua: "Es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”.

Actualmente en el mundo árabe, la piedra, es el ansia popular de "la democracia" entendida como justicia social y paz. ¿Qué pensará un iraquí viendo a su país dominado durante años por tropas occidentales que tratan a sus habitantes como escoria de la humanidad? ¿Qué pensará un afgano viendo cómo aviones occidentales bombardean aldeas, matando niños, mujeres, ancianos, con la disculpa de que se trata de un refugio talibán? Sin embargo, actualmente la coyuntura occidental se rige ante solo una respuesta: las armas, las guerras, las ocupaciones, los sobornos y las dictaduras. Porque es incapaz de mantener un diálogo interreligioso, de reconocer el derecho de aquellos pueblos a su autodeterminación, de regirse por principios y no por la voracidad obsesiva del mercado y las ganancias.

Si el fundamentalismo islámico inyecta en los jóvenes la mística del martirio, introduciendo una forma de terrorismo incontrolable, el fundamentalismo del mercado occidental  inyecta en nosotros, occidentales, la convicción de que las iglesias posmodernas son los centros comerciales, templos del consumismo y de miniaturización para alcanzar el paraíso en la tierra.

La semana pasado hubo una pregunta que se repetio en Dakar, en el Foro Social Mundial, y que por años en Porto Alegre se ha exigido una respuesta urgente: ¿Otro mundo es posible?

Mauricio Iraheta

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